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18 abril 2007

APUNTE PARA UN MILENIO


La cesta de la compra y el glamour nunca estuvieron unidos, pero en esta ocasión ha sido la marca italiana Prada quien se ha encargado de la despensa.

Valencia tiene un Mercado Central donde los colores y sabores se ofrecen con reclamos de cariño bajo las bóvedas modernistas de hierro fundido. Y lo saben, quienes a lo largo y ancho de sus vistosas paradas buscan a diario la bondad de sus productos: siempre frescos, la mar de sabrosos y con el sello de su gran calidad. Y es allí, donde se asombran los turistas que lo visitan como uno más de los museos que abundan por la ciudad.

- ¡Hola, cariñet, tengo la mejor fruta, dulce como la miel!- Es el eco que se escucha por el mercado, cuya simpatía se desborda ante el comprador, sea cual sea su edad. -¡Bonico! ¿Mira que gambas tengo? Así de dulces son los señuelos en la hora de la compra cualquier día del año.

El mercado es milenario, cargado de historia, lugar de fiestas, y de justas: corazón vivo de la ciudad. El actual Mercado Central va camino de cumplir cien años, y son varias las generaciones que se muestran orgullosas de él. Pero Valencia, como cualquier novia en su día de boda, está más guapa que nunca en las vísperas de un gran evento: la Copa del América dicen unos, o America Cap’s como dicen otros, los que presumen de saber inglés.

Valencia no tiene el French Laundry de California, ni el Fire de Nueva Delhi, ni el Maxim’s de Paris. Sin embargo, si no es oro todo lo que reluce, sí se puede convertir en oro todo lo que se toca, y… Prada lo sabe.

El Mercado Central de pasillos enmoquetados, vestido con muebles de estilo, en el que no faltaron sillones de cuero o terciopelo, ni tresillos isabelinos, ni complementos victorianos, ha sido el lugar elegido para la gran fiesta organizada por Prada, patrocinador del equipo italiano Luna Rossa. Las mullidas alfombras han sido pisadas por los pies elegantes de Inés Sastre, de la realeza, del glamour. La genial presentación –tan alejada de fastuosos palaciegos- marcará un antes y un después en su historia, en un evento que ha contribuido, más si cabe, a pregonar por el mundo una de las joyas arquitectónicas más queridas por todos los valencianos.

Ver nuestro más importante mercado municipal convertido en una alfombra roja por la que han desfilado mil quinientos invitados a una fiesta donde el mejor casting se mezcla con los productos frescos de la huerta valenciana ofrecidos en directo, es algo difícil de igualar.

-Demi Moore, guapa ¿quieres una naranja de Valencia?

Frutas Puchades, Verduras Virginia, Frutas Ros Gar, Frutos secos Gimeno, Charcutería Lerma, etc... Hasta una treintena de coquetas paradas han rivalizado con las tiendas de bolsos, gafas, camisas, zapatos, corbatas, etc. de la marca de moda Prada. De tan amistosa pugna, quedará para siempre el recuerdo de una fiesta original a la que han asistido personajes populares, algunos de ellos fascinantes y de fama internacional.

Atrás, muy atrás, quedan aquellos años, más de dos siglos, en los que en el centro de un mercado abierto al clamor del pueblo, una horca de piedra daba justicia al reo en torno a una gente asustada o regocijante. Que de todo había.

13 abril 2007

LOS GUARRIATOS Y LOS CACIQUES


Lo primero que me sorprendió nada más llegar al hotel del Escorial es que en la zona hay dos pueblos diferenciados: San Lorenzo del Escorial, localidad donde está ubicado el Monasterio a cuyo habitantes se les denomina los guarriatos, y El Escorial, pueblo situado ladera abajo a cuyos moradores se les conoce como caciques. Entre ellos se llevan bastante mal, tal y como suele suceder en muchos de los pueblos lindantes de la geografía española. ¿Algo de las dos Españas?, no creo, más bien, son cosas de vecindad.

El Hotel donde nos hospedamos es un bonito caserón típico de la zona y está a pocos pasos del Monasterio, en pleno centro de San Lorenzo. Es el sitio ideal para tres días de estancia, suficientes para conocer bien gran parte de la historia de España, pero no sobrados.

El Monasterio de San Lorenzo del Escorial fue construido a caballo de los siglos XVI y XVIII, y con aires, muy sanos por cierto, de modernidad, en los últimos cincuenta años. Juan de Herrera supo plasmar los deseos de Felipe II, mientras que Juan de Villanueva hizo lo mismo bajo la batuta de los Carlos de tres y cuatro palotes.

El centro de San Lorenzo, aparte el Monasterio, gira en torno de la calle de Floridablanca, flanqueada en una de sus aceras por las Casas de los Oficios, utilizadas mayormente con fines culturales –Exposiciones, Biblioteca Municipal, Sala de Cultura, Escuela de Música además del Santuario Parroquial de Nuestra Sra. de Gracia, patrona de la ciudad, lugares todos muy interesantes- y otros bellos edificios herrerianos del siglo XVI, junto al magnífico Real Coliseo Carlos III del siglo XVIII, situado en el otro flanco de la calle alineado por hoteles cuyas cafeterías son lugares de encuentro, tanto para el diario aperitivo de mediodía, como para el café de media tarde.

El Monasterio del Escorial es el panteón familiar de los Reyes de España, y para tal fin lo ordenó construir Felipe II muy interesado en tener el sitio más digno para enterrar el cuerpo de su padre. En el Panteón de los Reyes descansan todos los monarcas de las Casas de Austria y de Borbón -a excepción de Felipe I, Felipe V, Fernando VI y sus esposas- donde también se guardan los cuerpos de las que fueron madre de Rey.

El Panteón de los Infantes fue mandado construir por Isabel II y consta de nueve cámaras que guardan las esposas de Rey sin descendencia real, así como príncipes e infantes. En su interior está la tumba de Don Juan de Austria, auténtica curiosidad histórica, junto a la Rotonda de los Párvulos, que alberga ésta, los cuerpos de los infantes muertos en sus primeros años de vida.

También se dice que la construcción del Monasterio fue para celebrar la victoria en la Batalla de San Quintín sobre los franceses el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo. También queda el dato histórico, que en aquella batalla fue destruida una Iglesia dedicada a San Lorenzo, y en desagravio al Santo, el Monarca español dio nombre a la que iba a ser su obra arquitectónica más importante.

Visitando el Monasterio me impresionó la grandiosidad de su Basílica, llena de luz natural como no recuerdo otra igual, así como sus columnas y su retablo de mármol en el Altar Mayor. En el recorrido por la zona privada del Monarca me sorprendió la austeridad de los aposentos del que era el Rey más importante de la Cristiandad. Enseguida, me vino a la memoria Yuste, en el mismo sentido, por lo que deduje que el hijo supo seguir las costumbres de su padre, el emperador Carlos V, en la más absoluta sobriedad.

Visitamos el Valle de la Cruz de los Caídos, lugar tranquilo y apacible, de gran belleza y mucho frío. En su interior coincidimos con varios grupos de visitantes, gente joven, estudiantes de habla inglesa, y seguramente becados para conocer una parte de la Historia de España. Cuando fui a hacer la primera foto de la enorme Cruz que pinchaba las nubes, me di cuenta que me había dejado la batería de mi máquina digital en el hotel.

Conviene destacar de la visita a San Lorenzo del Escorial: la silla de Felipe II, donde el Rey debió asombrarse de la grandiosidad que iba adquiriendo su obra más querida; la Casa del Infante; los paseos por la ciudad y sus restaurantes. De ellos,
en mis fotos, queda el recuerdo de nuestra visita.

Visitamos Aranjuez, su Palacio Real, sus jardines, la paz y sosiego y su concierto, siempre dando vueltas por cualquier recodo. El clásico recorrido en un tren turístico, de extenso trazado, fue la mejor decisión para poder conocer mejor sus jardines y su fauna. Por supuesto, después de una siesta tras comer en Casa Pablo, un buen restaurante de ambiente taurino, recomendado por el Hotel donde nos hospedábamos, antigua casa de Godoy, el Príncipe de la Paz.

Viernes Santo salió lluvioso, y frío. Visitamos el Palacio durante la mañana y emprendimos el regreso después de conocer en vivo interesantes detalles de la Historia de España. Comimos en el Vasco, restaurante de prestigio y buenos fogones. Para algunos empezaba la Semana Santa, para nosotros significó el regreso tranquilo y apacible, sin ningún tipo de atasco, de vuelta hacia casa.

08 abril 2007

LUZ Y SOMBRA


A Juan le sorprendió un resplandor albino y el fogonazo iluminó su rostro. El haz de luz, centelleante, tomaba formas calidoscópicas como hados de esperanza para decorar un grueso sobre encima de su mesa, como soborno por la compra de su voluntad. Sin embargo, él no lo deseaba; su única esperanza era que la diosa fortuna fuera quien le otorgase el capital necesario para salir de su angustia. Pero en aquella ocasión el sucio sobre le venció y cuando se lo llevó al bolsillo, el sabor amargo de la confusión, por la dicha de un premio logrado sin el goce del esfuerzo, se apoderó de él.

Al día siguiente, si su esposa decía sí, cruzarían el océano de la ilusión para llegar al oasis de Houston donde pudieran sacarla de las garras de la muerte atrapada por un mal que sólo el vil metal podía remediar.

- Juan, no debes admitirlo. No es fruto de tu trabajo y lo que llega fácil a las manos, las ensucia.

Aquel regalo traidor no satisfacía del todo a Anita, aun a su costa, pero al representar la única posibilidad de vida no lo rechazó. Sabía muy bien que como un clavo ardiendo, la decisión tomada iba a quemar para siempre una carrera intachable cuyas vallas tentadoras, ofrecidas con frecuencia a su esposo, había rechazado.

Un mes más tarde estaban de regreso y el trasplante de médula era el fin de una pesadilla tras un tiempo de sufrimiento.

De vuelta a su Alcaldía, Juan tuvo que firmar su humillación. Sus manos temblorosas querían separarse del papel, pero él ya no era su dueño. Rendido ante los ojos codiciosos de quien iba a ser el amo de su vergüenza, firmó la concesión. Y fue entonces, cuando en su debilidad, sintió un horrible pinchazo en el corazón semejante al que tuvo ante el fatal informe del oncólogo, con la diferencia de que en esta ocasión, el oasis salvador sería inalcanzable.

El resplandor se ensombreció y al despertarse, aquel flash era el reducto de la angustia de un sudor frío que había empapado su embozo. Junto a él, dormía plácida su esposa. Juan inspiró profundo, lo que le ayudó a recobrar su dignidad perdida. La paz secó su rostro y fue entonces cuando dejó un beso de esperanza sobre los ojos de su Anita
.

(“Luz y sombra” es un relato que ha participado en el 16º Proyecto Anthology. Tema: Ética)