Juan Carlos I, nuestro Jefe de Estado, ha cumplido su setenta y cinco aniversario, al tiempo que sus primeros treinta y siete años como Rey de España y que esperamos y deseamos que sean muchos más, con él al frente.
Treinta y siete años desde aquel día de su proclamación en el que desde el Congreso de los Diputados prometió que sería el “Rey de todos los españoles”.
Y a ciencia cierta que ha cumplido su promesa sin que ningún grupo político o institución autonómica hayan sido apartados de su agenda del día a día. Promesa cumplida que pocos, o mejor dicho, ningún otro personaje político de la vida social española ha cumplido con tanta escrupulosidad.
De su recto proceder, toda la ciudadanía española se ha beneficiado, logrando una transición ejemplar iniciada en el día de su proclamación, y que ha culminado en un largo periodo que si por algo ha destacado ha sido por la cabida de todos, fiel a su promesa.
Periodo de tiempo entristecido por la presencia de unos grupos terroristas ufanos de sus crímenes, que lamentablemente han conseguido introducirse en las instituciones, merced a un dañino sector de la justicia española infiltrado en el Tribunal Constitucional, cual mancha negra de nuestras instituciones, cuyo daño irreparable para la convivencia hasta ahora lograda, es de mayor calado que toda la corrupción surgida en la clase política de uno u otro signo. Mancha negra, sin duda, por el triunfo que ha supuesto para quienes desde el primer día optaron por el asesinato y por llenar de dolor a la ciudadanía española.
Sin embargo, llegados estos felices aniversarios, hay quienes se dedican al desprestigio de la Corona desde el arrebato visceral, desde la insidia del rencor y desde la irresponsable actitud de instar al pueblo español hacia el hilo del alambre y gustosos de la adrenalina que procura verse al borde del precipicio.
Y para muestra de todo esto, no hay más que escuchar a la más fiel representante de este grupo felón, desleal con la deseada convivencia nacional, en la persona de Pilar Rahola, quien desde Telecinco tiene su mejor tribuna. Cadena televisiva en la que como un “oráculo de delfos”, vulgar y estrafalaria, e intolerante siempre, hace buena aquella frase de Winston Churchill de que “los antifascistas de hoy serán los fascistas del mañana”, de cuyo grupo forma parte.
El estadista inglés sabía muy bien de qué hablaba. Y vaya sí acertó.
Y es que nuestro Jefe de Estado, pretendiendo serlo de todos, da ocasión a la aparición de tales esperpentos y del peligro que conllevan.
Y pese a quien a pese, cumplió y cumple con su palabra. Que de bien nacidos es reconocerlo.
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