Han pasado algo más de veinticuatro horas desde el fallecimiento de Adolfo Suárez, quien por su enfermedad y desde hace más de diez años, estaba ausente del mundo exterior instalado en el suyo propio pero desconectado de todos, aunque protegido por sus hijos y su entorno familiar que llegó a desconocer.
Y desde el momento de su muerte y a velocidad de fórmula uno, se han dicho toda clase de comentarios acerca de quien supo dar los pasos más adecuados hacia una nueva España constitucional que la integró con Europa en todos sus aspectos, sociales, políticos y económicos.
Logradas estas metas, Adolfo Suárez se ha convertido en la gran metáfora de la vida cuyos principales actores, el olvido, la ingratitud y la crueldad son los auténticos protagonistas de nuestra existencia.
Ingratitud, tanto en cuanto quien tras su muerte es ahora encumbrado por tirios y troyanos y algunos sin el menor rubor, tratado con toda clase de improperios por quienes ahora le adulan en su propio beneficio, como líder del CDS sólo obtuvo dos escaños emanados de las urnas, significando la cara más cruel de la política y de la que se apartó.
Una cruel enfermedad le desconectó de su pasado y en su memoria se instaló el olvido, lo que le ha evitado sufrir el desplome de su gran obra política como padre de la Transición; periodo en la actualidad no valorado y por desgracia en el filo del alambre, al menos hasta el día anterior al de su muerte, cuando su trayectoria política nos debería servir de ejemplo.
Una vida la suya enriquecida por su más importante legado, el de haber creado una familia unida que, habiendo sufrido zarpazos tras zarpazos, se ha desvivido por él hasta el último segundo, aunque en este periodo, él, no haya podido disfrutar su alivio.
Autoría igualmente suya, pero diferente a la de su gran hazaña política que tras su muerte, quienes le atropellaron entonces, lo reconocen ahora.
Una lección que nos debería servir para valorar nuestro patrimonio constitucional, puesto en entredicho por quienes desde posiciones totalitarias, aunque las disfracen como democráticas, lo tambalean.
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