Eran otros tiempos. Mejores o peores. Distintos y distantes. Incluso existían servicios públicos que funcionaban razonablemente bien. Que cumplían con su misión, que ya es decir.
Uniformados y con la chaqueta abierta, caminaban las aceras con sus mochilas de curtido cuero que gibarizaban sus anchas espaldas en busca de los portales donde aligeraban su carga.
Sobres lacrados, tarjetas postales de amistades viajeras, prensa foránea, BOE encintado, sobres familiares en ocasiones con perfumados amoríos, bancarios siempre, publicitarios pocos. Y los singulares y ya prácticamente desaparecidos sobres que indicaban su naturaleza con franqueo concertado mediante su indicación arriba de “PAPELES DE NEGOCIOS”.
Y vaya que si funcionaba el servicio, que sirva como ejemplo que en muchas ocasiones aunque con el número del portal equivocado, la misiva llegaba a su destino.
Sin embargo en la actualidad, las “carreteras de la comunicación” utilizan avanzados medios tecnológicos que, sin embargo, no garantizan una mejor eficacia.
Los papeles de negocios han desaparecido de la luz y su “entramado” navega por las catacumbas de la ciudad huyendo de la claridad del día, aunque eso sí, lo sea por el fango de la codicia y con el perfume del cieno.
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