Sí, sí, a ti me dirijo, a ti, si es que me lees. Y lo hago a ti, seas quién seas; y no por lo que vas diciendo, que no es otra cosa que repetir lo que dicen otros a quienes escuchas. Y no sólo eres tú quién lo dices, sino que son otros muchos quienes también oyen palabras que escuchan y que las hacen propias, como si fueran ciertas.
Sí, sí, ya sé que no sólo las dices tú; que también están escritas en libros editados por centros o entidades culturales, igual públicas que privadas. Y cierto es que son muchas las gentes que lo dicen y lo aseguran. Pero todo ello no significa que sea cierto, que sea verdad. Porque no lo es.
No, no es cierto que el pueblo valenciano naciera a partir de un año, el 1238. Y no lo es porque ya venía de muy antiguo. De muchos siglos atrás. Por mucho que digan.
Tierra, un trozo de tierra bañada por el mar que después se llamaría Mediterráneo y que sus primeros pobladores, los autóctonos, conocidos como iberos, que habitaban la zona desde más o menos arriba del Ebro hasta la Andalucía oriental, con nuestra actual terminología, para quede claro a quién pueda leerme, si es que hay alguno. Iberos que darían nombre a una península entera nominada así por a los griegos que habían llegado por el mar, como antes hicieran los fenicios de la mano del comercio, dejando su impronta.
Mientras que otros llegaron por el norte, los celtas, que fueron gentes guerreras con cuernas de adorno y escudo protector. Y mientras nuestros primeros paisanos vivían en Edeta, Arse, Sicania, etc, los cartagineses del norte de África fueron derrotados por Roma, que desde su lengua latina nos dejó una nueva forma de hablar, el idioma provenzal, del que muchos, muchos años después, saldrían diversas lenguas romances. Y también la ciudad de Valentia, la llamada a ser el “cap i casal”.
Los visigodos: primero arrianos y católicos después –aunque no sepamos mucho de ellos en nuestra tierra- pueblos llamados “barbaros” (de afuera), que desplazarían hacia oriente el Imperio Romano, godos que en la España visigótica habían dejado una lista de reyes que dieron paso a los musulmanes, quienes durante seis siglos ocuparon Valencia, cambiándole el nombre, siendo reconocida entonces como Balansiya o Medina al Turab, qué más da, dejando para la posteridad singulares retículas urbanas y formas de trabajar a la tan abundante huerta con sus aguas del rio Turia, modos que aún perduran, al igual que significados. Raíces y palabras incrustadas en nuestra lengua valenciana, configurando en gran medida nuestra etnología.
Sí, sí, a ti te lo digo; por mucho que otros pongan como año de nuestro nacimiento el que les conviene. Porque no es verdad que naciéramos como pueblo por derecho de conquista, término tan manoseado (sin caer en la cuenta que tal derecho se ha venido ejerciendo desde que el hombre sintiera por vez primera la gloria del poder, y que así será eternamente) sino que veníamos desde muy atrás, acrisolando nuestra historia, tanto en cuanto fue desde el primer día que se poblaron nuestras ricas huertas, y que por la constante evolución, cada vez son de menor cuantía debido a la tecnología imperante.
Y por la mezcolanza habida, ha hecho que nos diferenciemos del resto peninsular desde muy antes de aquel 1238, que, como en cualquier larga trayectoria, no fue más que el de “parada y fonda”, con nuevas leyes, sí, pero como así ha sido igualmente a lo largo del tiempo.
Sí, sí a ti te lo digo, porque aunque sean muchos, quienes como tú lo dicen, no, no es verdad.
Y por mucho iluminado que haya existido, “fusteriano” o no, converso Sanchis Guarner, irredento meapilas por ejemplo, no es verdad lo que dices; aunque como tú, seáis muchos.
A ti te lo digo.
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