09 febrero 2015

LOS NUEVOS INDIANOS

los indianos (2)Podemos. Cada vez sabemos más de ellos. Ya sabíamos la cueva de su origen. Una universidad, la Complutense, que en el mundo de la docencia tiene por delante más de ciento cincuenta claustros universitarios que la aventajan. Ahí es nada.

Se explica en parte la razón que sean los pasillos de la universidad madrileña los que se han convertido en cárceles de la memoria, donde mentes juveniles están encarceladas por mesiánicas promesas. Véase a vuelo de cron en el supuesto caso que la guardia pretoriana permita la entrada.

¡Listo el Hugo Chávez! Se enteró un día de su existencia y de quienes estaban dispuestos a cruzar el charco para “hacer las Américas”.

Conseguido su primer objetivo de cambiar la Constitución venezolana para perpetuarse en el poder, sólo le quedaba llenar sus propias arcas para el pueblo, pero sin el pueblo.

Como nación exportadora de petróleo y de primer orden, cobra lo que suministra; pero al poco tiempo aparecieron torres humanas necesitadas de lo más esencial para una supervivencia, que dicho sea de paso no encuentran. Televisión secuestrada y oposición entre rejas. Aire fresco de libertad, dicen.

Y el Hugo, como ahora el Maduro, negoció con voceras dispuestos a pregonar falsas excelencias caribeñas a cambio de que en su beneficio quisieran las Américas.

Puro trueque mercantil facturado a extrañas empresas, expertas en defraudar a hacienda. Si me elogias te hago de oro. Dijo un día Hugo a Monedero quien le contestó ipso facto ante semejante Visa Oro, poder puedo: ¡Podemos!

Podemos sale a escena pero por las catacumbas de la insidia a golpe de tuerca. Y en su camino, el núcleo duro de podemos será la nave de la desvergüenza.

Transmiten cánticos bolivarianos con abrazos de hermandad dividiendo a una parte de Europa que ahora llaman del Sur. Cobran minutas a precio de oro que nada tiene que ver con lo que reciben profesores docentes que ejercen desde la decencia.

Nuevos indianos emergen con trasnochados "cuentos del abuelo" que cuelan a un público entregado rendido a sus pies, cuales viejas adhesiones inquebrantables, que, hubo un día, llenaron calles y plazas al calor del rebaño.

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