Se escucha por los ventanucos de la ciudad que la llegada al poder de una confabulación de tres fuerzas con pretensiones purificadoras, aunque lo sean en base a un radicalismo rancio y decimonónico, la de mayor atracción de ellas, la instalada en Blanquerías, allí junto al portal de Serranos, se verá sometida contra su voluntad por las predestinadas, según ellos alardean, a ejecutar determinados actos de desagravio, más bien llamados a terminar como “el rosario de la aurora” por la pertinaz acción depredadora de quienes montaron sus “lonjas de ofertas” a base de camisetas desde sus escasos escaños de las Cortes Valencianas, potenciados por la vociferante algarabía callejera, cada vez que en sucesivas ocasiones del abandono de su condición de Diputados Autonómicos, se decidían para provocar a las Fuerzas del Orden, cumplidoras, por lo que ellos denuncian, en exceso de su deber.
Dicen…
Pero lo cierto es que desde hace años las tres fuerzas dispuestas a unirse, no han hecho otra cosa que arrojar por el túnel de la infamia la labor llevada a cabo tendente para que Valencia fuera una ciudad conocida en la urbe cenital, hecho comprobado por haberse convertido en obligada “parada y fonda” en el circuito universal del turismo, gracias a una política de grandes acontecimientos que, aunque su claro rédito y en beneficio de la ciudad, por la gran atracción turística que ha supuesto para el “cap i casal” durante los 365 del año, o 366 en el caso de los bisiestos, sin embargo, sus evidentes logros, han sido objeto de toda clase de vilipendios.
La visita del Papa, la Copa América y la Formula 1, han catapultado a Valencia a pesar de los pesares y pese a quienes les pese. No obstante, la confabulación de las tres fuerzas imanadas por claroscuros intereses electorales, sólo contempla en el horizonte sus anhelados beneficios, que no son otros que la ansiosa llegada a la poltrona del poder y al precio que sea; incluso en perjuicio y empobrecimiento del sector turístico que gracias a la proyección audiovisual de Valencia ha logrado sus frutos.
La Fórmula 1 situaba a Valencia en los satélites televisivos todos los años gracias a su circuito urbano frente al mar, en una proyección publicitaria esparcida por la rosa de los vientos, que de llevarse a cabo de forma distinta, asegurar su éxito hubiera sido como un juego de azar, dilapidando un coste económico con seguridad de mayor cuantía.
Y con todo, Valencia, está fuera de la competición más universal por culpa una Generalitat timorata que no ha sabido plantar cara a quienes se han dedicado durante los últimos años al voraz desprestigio de nuestra Comunidad.
La visita papal, la América Caps y la Formula 1, los llamados grandes acontecimientos, tuvieron un efecto tan necesario como providencial, para una ciudad que por primera vez en su historia pasó a brillar con luz propia en la gran ventana del mundo: la de la TV que llega a los lugares más insospechados, de unos a otros océanos.
Y no reconocerlo, sitúa a quienes lo niegan en su justa medida, echando por la borda unos grandes eventos y laborando desde sus grandes mentiras.
Como siempre.
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