Ayer tarde, en el salón de actos del Museo L’Iber de la calle Caballeros, Pedro J. de la Peña, ensayista y poeta, doctorado en Filología, profesor universitario y en posesión de diversos premios en su extensa obra literaria, nos ofreció una muy documentada charla bajo el título de “Una regeneración imposible”, al hilo de la situación política actual, y en parte, como una prolongación a su libro “Otro 98, es necesario”.
Tras ofrecer su punto de vista a partir de aquella España de los años sesenta del pasado siglo, que había superado la enorme dificultad de una postguerra, y situarse después en la época de la transición democrática a la que él mismo asistió lleno de entusiasmo, e ilusionado por la incorporación de España a la Europa democrática, desde su posición moderada de entonces una vez superado su radicalismo de juventud, aceptaba la nueva España Constitucional que se ofrecía abierta a un futuro de esperanza, misión favorecida en gran parte por los avances sociales logrados, así como por pertenecer España al grupo de las diez naciones con mayor poder económico, que sin duda se vería incrementado con el nuevo sistema político, aceptado por la inmensa mayoría de los españoles. Ello es lo que anhelaba.
Sin embargo, y en el periodo de los últimos diez años, toda aquella ilusión se ha venido abajo, significado por el gran fracaso de la España construida a partir del artículo VIII de la Constitución de 1978, y que según su “criterio” –el que aprendió un día leyendo a Balmes- la única solución a su problemática actual pasa por la profunda reforma de un sistema político que ninguna otra nación europea ha puesto en práctica, salvo la nuestra, convertida en la actualidad en un “estado portaviones” donde acuden todos los años diecisiete aviones a repostar, pero que cuando levantan el vuelo, su único objetivo es observar cuales de los restantes lleva mejor carga, en un acto de rapiña que nada tiene que ver con el bienestar que todos los ciudadanos merecen con pareja intensidad.
Pedro J. de la Peña, terminó su charla mostrando su escepticismo, y muy preocupado por el actual deterioro social con un horizonte nada halagüeño, dada la corrupción alojada en la clase política que bien se merece por parte de la ciudadanía la respuesta que Agustín Moreto aconsejaba de: “El desdén, con el desdén”: la ausencia a las urnas.
El conferenciante mostró su pesimismo en el futuro, denunciando la utilización de la mentira cuya máxima expresión quedó manifiesta en la famosa frase “la Otan, de entrada no”, que sirvió para ganar unas elecciones, pero con el giro inmediato al referéndum, publicitando ya en el poder la Otan si, que tanto Felipe González como Alfonso Guerra y antes de las elecciones, sabían que era el camino a recorrer.
En una palabra una regeneración imposible y un sentimiento convertido en una profunda decepción.
Nada es nuevo bajo el sol y la historia se repite, como tantas veces, querido profesor.
Al pacto de San Sebastián acudieron los más firmes defensores del republicanismo español en 1930, con seguridad, con la misma ilusión de los demandantes de la España autonómica. Conseguido el sueño, por su posterior propia deriva y consiguiente frustración, los auténticos republicanos se vieron obligados al, “no es eso, no es eso” que el marxismo depredador emponzoñó en el sistema. Llenos de pesimismo, aquellos republicanos abandonaron España por culpa de una II República que en la actualidad, desde la ignorancia y el resentimiento, nos presentan como idílica, pero que lo bien cierto es que representó la faceta más perversa de quienes desde su puesto de mando, nos llevaron al terreno del enfrentamiento.
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