Se refería a un pájaro con el color del arco iris. De su pico partía una fina línea del color del vino que se estiraba entre sus ojos, y por el centro de su cabeza se prolongaba por la espalda hasta llegar a la cola que tomaba en toda ella su mismo color, pero con más fuerza.
Esta era su singularidad, a la sazón más singular aún, al pertenecer a una especie única no conocida en ningún lugar del mundo.
Un día, a su dueño, le llegó la sorprendente noticia de que en un lugar lejano, en lo alto de un monte sagrado conocido como del Azafrán, sito a diez días de vuelo, se sabía de otro pájaro igual y que por ser lugar de peregrinaje había llamado la atención a los fieles devotos.
Su dueño le dijo al pájaro del color del arco iris.
-Ve a su encuentro y cuando des con él, invítale a que regrese contigo. Os espero.
El pájaro cuya cola y como les decía era del color fuerte del vino, voló a su hallazgo y encontró a su hermano de la misma especie en la rama de un árbol.
Se posó junto a él y le dijo el motivo de su visita.
De repente, nada más escucharle, el pájaro del monte sagrado cayó muerto sobre la tierra.
El pájaro del color del arco iris regresó rápido ante su dueño para contarle lo sucedido.
-¿Has dado con él?- le preguntó nada más verlo.
Y tan pronto le escuchó, el pájaro del color del arco iris cayó muerto en el acto.
Sorprendido pero enojado, su amo, lo sacó de la jaula y lo lanzó contra el suelo.
Y fue cuando, el pájaro con la cola del color del fuerte vino, levantó su vuelo sobre la casa y supo de su libertad.
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