29 julio 2015

JOAN RIBÓ, ¿ALCALDE DE TODOS?


La procesión cívica del 9 de Octubre tiene su origen en aquel mismo día del año 1338 cuando se cumplía el primer centenario de la reconquista de Valencia para la Cristiandad.

Desde entonces y en agradecimiento a la gesta se ha venido celebrando el acto con visita a la Catedral y en acción de gracias, con la participación de los Jurados (en los años de su existencia) los Gremios y los ciudadanos, a lo largo del acontecer histórico.

Esta es la razón de la existencia de una festividad cuyo punto más emotivo es la bajada de la Real Senyera desde el balcón municipal, en un itinerario que se vio modificado tras la instalación del monumento a Jaume I de Agapito Vallmitjana en 1891, tras la decisión municipal de engrosar la procesion con un emotivo homenaje en el Parterre. Hasta ese año la ruta procesional se limitaba a la visita catedralicia.

A excepción de los años en los que la vara de mando del clan socialista, en las ultimas decadas del pasado siglo, desvirtuaba tan generoso acto de gratitud.

Y ahora volvemos a las andadas, aunque en bicicleta. Joan Ribó quien dijo que iba a ser el "alcalde de todos", no aclaró, sin embargo, que este anuncio era hecho más bien o algo así como por imperativo legal, al que sin embargo y en la oscuridad de su mente, ya tramaba la mentira.

Se escondía en ello su razón de ser, que no es otra que la falsedad en sus actos. Por eso mismo es de Compromís.

Y no es que falte a su diríamos promesa, sino a la verdad, manipulando la historia. 

Dueño de sus complejos, Joan Ribó, no tiene la suficiente talla moral, ni personal, ni de grandeza de espíritu para abandonar en su mochila las rancias muescas de su perfidia.

Y si en el a Dios, lo que es de Dios, y al César lo que es del César, se configuran las reglas del buen gobierno, tampoco hubiera estado de más haberle exigido al presunto "Alcalde de todos"  un gesto garante de su intención, que ya se nos antojaba falsa.

Misión imposible de encajar en una organización política cuyo único argumentario tiene dos componentes esenciales: la insidia y la mentira.

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