Lo suyo no son ni las distancias cortas ni las largas. Recientemente la hemos visto en un programa televisivo, tertuliano, de audiencia nacional, donde perdida como un pulpo en una garaje se la escuchó vacía de contenido, sin mensaje, dicharachera acerca de estivales banderas azules cuyo sentido nadie entendía, y muy fácilmente mejorable para una mejor presencia. Aunque tras el arreglo hubiera seguido siendo ridícula. Porque el ridículo es lo que hizo.
Mónica Oltra sin camiseta de perro flauta no es nadie. Lo suyo es la insidia, el exabrupto, el golpe de voz soez, tabernario, la mentira. Cuando frunce los labios surge de ella el peor de sus instintos cocinado en los derrames de su cerebro.
Como portavoz del Gobierno autonómico, no se la espera en busca de la noticia, sino para ver sus ojos, los del esperpento. La chica de la pelicula como reclamo de cartelera. Sus ojos, cuando denotan ira, están en su ambiente. Si se muestran tranquilos, nada tiene que decir.
Alcanzó "fama y prestigio" en el atril de Les Corts que utilizó como si de un antro de putiferio prestado se tratase; eso sí, con vaso de agua mineral al lado que, sin embargo, no lograba limpiar sus labios. Ni siquiera filtrar su voz, siempre acompañada de sapos, de culebras.
Mónica Oltra, hasta hace poco, lo fue en estado puro, ahora juega al trilerismo ante un público dispuesto al paripé. El suyo.
tu eres un poquito facha pero solo un poquito verdad
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