En el contexto de nuestra civilización y en sus últimos cien
años, dos guerras mundiales pusieron en jaque los cimientos de la vieja
Europa. Si en la primera fue el caballo
el protagonista en los campos de batalla, décadas después, los tanques
avanzaban demoledores vía París, arrasando cuanto encontraban a su paso; fue la
artillería la que definitivamente dio la victoria final a quienes mejor se habían
pertrechado.
Pero todo esto navega por las páginas de la historia. Se nos
asemeja tan antiguo, como los elefantes de Aníbal cruzando los Alpes en su
objetivo sobre Roma.
Inmersos en el siglo XXI, los satélites espaciales dominan
el mundo, acercan los pueblos y el espíritu del mal juega siempre en casa
propia, favorecido por una sociedad que se lo pone fácil.
De antiguo, La Cristiandad y tras el renacimiento Europa,
nuestra culta civilización, acrisolada por Grecia y Roma, supo dejar de lado
tanto las sucesivas cruzadas como las guerras de religión, imponiéndose el
Humanismo, la Ilustración, el Constitucionalismo y la Democracia. Doctrinas éstas en la actualidad amenazadas por un fundamentalismo originario de la de "un solo libro", anclada en su particular medioevo.
Aunque no
siempre fue un camino de rosas: el fango, especialmente a lo largo del
siglo XX, hizo acto de presencia con diversas caretas, algunas más vomitiva que
otras, siempre contrarias a la libertad y en la actualidad presentes con sus
falsarios maquillajes.
Ahora ha sido París, pero antes fueron New York, Madrid,
Londres, Beirut, Bombay, Nairobi, Moscú, Bali, Estambul, Casablanca, Túnez,
etc. ciudades que han estado a merced de un kalashnikow, de una mochila
olvidada, de un cinturón con dinamita anudado a la barriga de un “lobo
solitario”.
Internet es el escenario perfecto para poner en práctica un
objetivo germinado por la escisión salvaje sunita/chiita del siglo VII, que ha
llegado hasta nuestros días fortalecido por la supuesta defensa de la libertad
que sectores muy concretos y conocidos de nuestra sociedad, avivan en su
ignorancia y en muchas ocasiones con malicia.
La III Guerra Mundial está abierta y sus batallas se
proyectan en las calles de cualquier ciudad. Las trincheras pertenecen al
pasado. Dos bandos enfrentados: uno a merced del terrorismo que lo sufre; el
otro con la artillería de su Guerra Santa en su ancestral lucha contra el
infiel, favorecido por un sector de nuestra sociedad, a la sazón idiotizado en
su búsqueda de culpables. El mismo que apoyó la tiranía bolchevique en su
persistente genocidio que desde principios del siglo XX aún perdura en nuestra
geografía universal.
Y en esa guerra no hay que alistarse, somos victimas colaterales desde que nacemos.
ResponderEliminarME GUSTA
ResponderEliminarLo tenemos francamente dificil, pero como bien dices, para el enemigo
ResponderEliminares una guerra santa contra los infieles, y al enemigo lo siento pero
se le covate, y creo que no ha sido la parte atacada la que ha empezado
este asunto, por lo tanto que espabilen los politicos y que den una
solucion no se si politica o armada, pero a estas personas como he
dicho antes hay que combatirlas. SALUDOS