16 noviembre 2015

Y LA TENEMOS PERDIDA


En el contexto de nuestra civilización y en sus últimos cien años, dos guerras mundiales pusieron en jaque los cimientos de la vieja Europa.  Si en la primera fue el caballo el protagonista en los campos de batalla, décadas después, los tanques avanzaban demoledores vía París, arrasando cuanto encontraban a su paso; fue la artillería la que definitivamente dio la victoria final a quienes mejor se habían pertrechado.

Pero todo esto navega por las páginas de la historia. Se nos asemeja tan antiguo, como los elefantes de Aníbal cruzando los Alpes en su objetivo sobre Roma.

Inmersos en el siglo XXI, los satélites espaciales dominan el mundo, acercan los pueblos y el espíritu del mal juega siempre en casa propia, favorecido por una sociedad que se lo pone fácil.

De antiguo, La Cristiandad y tras el renacimiento Europa, nuestra culta civilización, acrisolada por Grecia y Roma, supo dejar de lado tanto las sucesivas cruzadas como las guerras de religión, imponiéndose el Humanismo, la Ilustración, el Constitucionalismo y la Democracia. Doctrinas éstas en la actualidad amenazadas por un fundamentalismo originario de la de "un solo libro", anclada en su particular medioevo.

Aunque no siempre fue un camino de rosas: el fango, especialmente a lo largo del siglo XX, hizo acto de presencia con diversas caretas, algunas más vomitiva que otras, siempre contrarias a la libertad y en la actualidad presentes con sus falsarios maquillajes.

Ahora ha sido París, pero antes fueron New York, Madrid, Londres, Beirut, Bombay, Nairobi, Moscú, Bali, Estambul, Casablanca, Túnez, etc. ciudades que han estado a merced de un kalashnikow, de una mochila olvidada, de un cinturón con dinamita anudado a la barriga de un “lobo solitario”.

Internet es el escenario perfecto para poner en práctica un objetivo germinado por la escisión salvaje sunita/chiita del siglo VII, que ha llegado hasta nuestros días fortalecido por la supuesta defensa de la libertad que sectores muy concretos y conocidos de nuestra sociedad, avivan en su ignorancia y en muchas ocasiones con malicia.

La III Guerra Mundial está abierta y sus batallas se proyectan en las calles de cualquier ciudad. Las trincheras pertenecen al pasado. Dos bandos enfrentados: uno a merced del terrorismo que lo sufre; el otro con la artillería de su Guerra Santa en su ancestral lucha contra el infiel, favorecido por un sector de nuestra sociedad, a la sazón idiotizado en su búsqueda de culpables. El mismo que apoyó la tiranía bolchevique en su persistente genocidio que desde principios del siglo XX aún perdura en nuestra geografía universal.

III Guerra Mundial para un bando Santa, de duración indefinida y por ello pérdida. Tal cual. 

3 comentarios:

  1. Y en esa guerra no hay que alistarse, somos victimas colaterales desde que nacemos.

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  2. Toni12:15

    Lo tenemos francamente dificil, pero como bien dices, para el enemigo
    es una guerra santa contra los infieles, y al enemigo lo siento pero
    se le covate, y creo que no ha sido la parte atacada la que ha empezado
    este asunto, por lo tanto que espabilen los politicos y que den una
    solucion no se si politica o armada, pero a estas personas como he
    dicho antes hay que combatirlas. SALUDOS

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