09 marzo 2016

DIECISIETE PATAS


El tan mencionado en los últimos tiempos bipartidismo político no deja de ser más que el mismo monstruo con dos cabezas. Camaleónico animal al que en esperpéntico atrezzo nuevos actores quieren sustituir por una especie de pulpo con muchas patas tendentes a su propia ruptura, con desconexión más o menos retardada, propenso en su actuación a desprender la tinta de su camuflaje, para lo que recurre a todo tipo de morralla, a la sazón alimento de rica nutriente para quienes buscan el cambio al Dorado, ofrecido cual viajero a instancias del benefactor Imserso, vía al paraíso anhelado, que, cuestión curiosa, ni se sabe dónde está, ni siquiera se le encuentra. Ello a base de un programa de hábil diseño, urdido con todo lujo de detalles, pero con el sello de la falsedad. Vista de un plumazo, su falsaria etiqueta identitaria se constata de inmediato.

La Ítaca feliz se corresponde hoy con un oasis libertario producto de una fiebre expandida en una parte de la sociedad, que, mira por donde, resulta ser esclava y a su vez enferma, producto de su falta de aliño e higiene personal, víctima de un lavado cerebral por supuesto a la carta, programado con aviesa intención por quienes sólo venden humo, utilizando en su objetivo el botafumeiro de la vanidad.

La granada del escudo nacional que de siempre simboliza la unidad lograda por los deseos inasequibles al desaliento de los monarcas hispanos durante siete siglos, resulta ser que seis centurias después, sufre la presión de los voceros de barrio, artistas del ruido, quienes sin decoro alguno, instan y lo consiguen que los granos de tan sabroso fruto, prietos y hermanados en su confortable nido, gracias a pócimas televisivas en sus continuadas jornadas, se conviertan en un tarro de pus: el de un pulpo pestilente que en forma de alga con coleta trueca a expandir su halitosis obscena por el fondo del mar para alojarse en la Cueva de los Desafectos.

Diecisiete patas en su embaucador camuflaje.
  

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