Montesquieu ha muerto, dijo
Alfonso Guerra hace ya unas pocas décadas; lo que no sabíamos es que “Jueces para
la Democracia” iba a encargarse de su funeral. Lo hemos ido descubriendo con
los años. La Ser, como “Notario Mayor del Reino de las Españas”, daría fe a la encomienda. La
antigua “Cadena del Movimiento” de prestigio reconocido, daba nueva aleación a
su urdimbre, cambiando el azul del azulete por el rojo del rojerío. A buenas
horas mangas verdes, hasta aquí hemos llegado, de reconciliación alcanzada ni
una sola palabra dijo Zapatero, que madre no hay más que una y a ti te encontré
la calle. Que la calle no es de nadie, como “aquél” que la reivindicaba sólo
para él. Y si dueño necesita, en la algarada, el vocerío y los rompe cristales
está su nuevo amo.
Por las cloacas de la ciudad
corren ríos de tinta. Canales de silencios que comunican secretos de sumarios
con redacciones de prensa llamados a embadurnar portadas a cuyo pesebre acuden
quienes dan por bueno el trueque hecho a la postre para cambiar las páginas de
la historia al capricho de quienes las consumen.
Lloras como mujer lo que no supiste defender
como hombre, escuchó un día Boabdil, quien respondió tal y como siglos después
lo haría Ortega y Gasset en su famoso “no es eso, no es eso”. De esta guisa se
iba a convertir el famoso ensayista en el Nostradamus de su tiempo, aunque
medio siglo después la realidad de su vaticinio se vería cuestionada por el
Boletín Oficial del Estado esparcido por todo El País, el más preciado por los
pseudos progres como “certificado de valía” dispuesto para el ingreso en “Progrelandia”,
sin pago de cuota fija como afiliados al Sectario Club Social, asociación
cultural “sin ánimo de lucro” que había obtenido sus credenciales en los
despachos de Juan Guerra, tras acatar sin gran esfuerzo, el santo y seña de
“quien se mueva no sale en la foto”.
Una simple captura de un elefante
ha hecho olvidar a las grandes cacerías garzonianas organizadas por los
extensos campos andaluces, donde jueces, fiscales, comisarios y periodistas,
junto a la necesaria parafernalia, se dedicaban a la caza de miles de carpetas
y legajos camuflados en forma de ciervos y venados.
Los Bárcenas, Pujoles, Granados y
Griñanes no dejan de ser más que un vulgar sainete en comparación con las corruptelas de los
togados de la tarima, quienes en su pluriempleo constante, suministran guiones
a los showmans de la Tele, los grandes
estrategas para la puesta en escena del Gran Teatro Nacional, llamado a
convertirse en populachero cine de sesión continua con proyección para
diecisiete arrabales cuya maquillaje, como no puede ser de otra manera, será
diferenciado.
Botín dijo un día que en España
había muchos ricos, pero ricos, ricos de verdad, muy pocos.
-No se preocupe- aseguró raudo
Solchaga, -“nuestro país es el de Europa donde más fácilmente puede uno hacerse
rico, pronto habrá algunos más”, quiso explicarle.
¡Vaya si lo sabía!
De chaqueta de pana a
fiestas de alto standing con lo más
granado de la sociedad en su retiro dorado desde Punta Cana al Magreb seis
meses al año: el resto de conferencias, merced a Rumasa, ha mutado al esmoquin
con su tez tostada al sol y sus cabellos de plata.
Aunque siempre hay excepciones;
por tres trajes le amargan la vida a uno. Para ello y con gran éxito, tras tres
largas e ininterrumpidas temporadas en su escenario predilecto, surgía El País:
de los archivos de la plaza de Castilla a las linotipias en agotador trabajo de
24 horas al día, cada día del año.
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