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17 marzo 2016

¡MONTESQUIEU HA MUERTO!


Montesquieu ha muerto, dijo Alfonso Guerra hace ya unas pocas décadas; lo que no sabíamos es que “Jueces para la Democracia” iba a encargarse de su funeral. Lo hemos ido descubriendo con los años. La Ser, como “Notario Mayor del Reino de las Españas”, daría fe a la encomienda. La antigua “Cadena del Movimiento” de prestigio reconocido, daba nueva aleación a su urdimbre, cambiando el azul del azulete por el rojo del rojerío. A buenas horas mangas verdes, hasta aquí hemos llegado, de reconciliación alcanzada ni una sola palabra dijo Zapatero, que madre no hay más que una y a ti te encontré la calle. Que la calle no es de nadie, como “aquél” que la reivindicaba sólo para él. Y si dueño necesita, en la algarada, el vocerío y los rompe cristales está su nuevo amo.

Por las cloacas de la ciudad corren ríos de tinta. Canales de silencios que comunican secretos de sumarios con redacciones de prensa llamados a embadurnar portadas a cuyo pesebre acuden quienes dan por bueno el trueque hecho a la postre para cambiar las páginas de la historia al capricho de quienes las consumen.

 Lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre, escuchó un día Boabdil, quien respondió tal y como siglos después lo haría Ortega y Gasset en su famoso “no es eso, no es eso”. De esta guisa se iba a convertir el famoso ensayista en el Nostradamus de su tiempo, aunque medio siglo después la realidad de su vaticinio se vería cuestionada por el Boletín Oficial del Estado esparcido por todo El País, el más preciado por los pseudos progres como “certificado de valía” dispuesto para el ingreso en “Progrelandia”, sin pago de cuota fija como afiliados al Sectario Club Social, asociación cultural “sin ánimo de lucro” que había obtenido sus credenciales en los despachos de Juan Guerra, tras acatar sin gran esfuerzo, el santo y seña de “quien se mueva no sale en la foto”.

Una simple captura de un elefante ha hecho olvidar a las grandes cacerías garzonianas organizadas por los extensos campos andaluces, donde jueces, fiscales, comisarios y periodistas, junto a la necesaria parafernalia, se dedicaban a la caza de miles de carpetas y legajos camuflados en forma de ciervos y venados.

Los Bárcenas, Pujoles, Granados y Griñanes no dejan de ser más que un vulgar sainete  en comparación con las corruptelas de los togados de la tarima, quienes en su pluriempleo constante, suministran guiones a los showmans de la Tele, los  grandes estrategas para la puesta en escena del Gran Teatro Nacional, llamado a convertirse en populachero cine de sesión continua con proyección para diecisiete arrabales cuya maquillaje, como no puede ser de otra manera, será diferenciado.

Botín dijo un día que en España había muchos ricos, pero ricos, ricos de verdad, muy pocos.

-No se preocupe- aseguró raudo Solchaga, -“nuestro país es el de Europa donde más fácilmente puede uno hacerse rico, pronto habrá algunos más”, quiso explicarle.

¡Vaya si lo sabía!

De chaqueta de pana a fiestas  de alto standing con lo más granado de la sociedad en su retiro dorado desde Punta Cana al Magreb seis meses al año: el resto de conferencias, merced a Rumasa, ha mutado al esmoquin con su tez tostada al sol y sus cabellos de plata.

Aunque siempre hay excepciones; por tres trajes le amargan la vida a uno. Para ello y con gran éxito, tras tres largas e ininterrumpidas temporadas en su escenario predilecto, surgía El País: de los archivos de la plaza de Castilla a las linotipias en agotador trabajo de 24 horas al día, cada día del año.

¡Montesquieu ha muerto!

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