22 junio 2017

ESPAÑA, NACIÓN DE NACIONES: SUFLÉ GASTRO ENCEFÁLICO


Nación de naciones: nacionalidades: suflé de vanidades con toque de perversidad: esperpento ruin salpimentado con azufre dispuesto para su ubicación en las infantiles mentes (que lo fue) a su vez indefensas ante tanta malicia, siempre a través de un recetario gastro encefálico que desde hace cuarenta años se ha embutido en las aulas, con añadida publicidad y en paralelo en los medios de comunicación de la caja tonta autonómica. Estrategia que fue diseñada una vez las dichosas transferencias permitieron la estafa cultural.

 Y como dio el fruto que los mercaderes de la patraña deseaban, el “tripartito del botánico” calca la estrategia y está dispuesto a anular la singularidad de Valencia fundida con el crisol de su historia, que, por cierto y dicho sea de paso, por su aporte cultural, está a la altura de las mejores del suelo patrio.

Veamos pues. Se dice que en 1238 “nació el pueblo valenciano y su lengua es el catalán”. Así clama la Universidad Literaria valentina. ¡Cuánta mierda pardiez!

El Reino de Valencia tuvo su rey visigodo como seis siglos antes del citado año. A su final, el territorio permaneció bajo el credo islámico hasta la llegada del “Conqueridor”, cuyos límites eran semejantes a los actuales. Sus monarcas gobernaron a un pueblo musulmán en el que a su lengua arábiga, y a través de los mozárabes, se sumó la del romance en su desembarazo del latín, que a la sazón iba haciendo acto de presencia y con sus variantes a lo largo de la piel de toro.

Lengua pues latina la nuestra, que en un par de siglos y por merecimientos propios, iba a destacar en primer lugar y por encima de todas, algunas –dicho sea esto sin señalar a ninguna- aún sin nombre propio, más bien genérico.

En apoyo de Jaime I, quien marcó el territorio del nuevo reino cristiano con muy pocas variantes en lo sustancial respecto al que se encontró, e introduciendo nueva leyes, llegaron en amplia mayoría repobladores de lengua castellana, y en documentado y menor número quienes desde condados catalanes se expresaban en su propia lengua, que decían la occitana, llegados desde feudos sometidos al rey de Francia hasta el “Tratado de Corbeil” de 1258.

Y de aquellos cimientos surgió un siglo de esplendor a caballo de la Lengua Valenciana, orgulloso legado que actuales pseudo investigadores de la época foral, tan dados a la práctica del bonsái, ocultan o manipulan a su antojo, en manifiesta encomienda de adhesión y vergonzoso objetivo de gestar unos panfletarios “países catalanes” de falsa historiografía, inventando fobias y fábulas, que sólo han existido en el imaginario colectivo de ensoñaciones imperiales. 

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