21 julio 2017

EL PROBLEMA CATALÁN


“El problema catalán” se centra fundamentalmente en el cómo le dices a uno del lugar, de cuarenta años por ejemplo, que Cataluña no es una nación, sin que el lugareño (sea o no sea charnego) se espere la cita.

Mirándole a los ojos, sin cortapisas, bien a las claras, con la misma claridad que de forma rotunda, invitándole abrir su mente para enriquecer su acervo cultural, toda vez que sólo la mentira es lo que viene escuchando de forma machacona desde su más temprana edad en el interior de las aulas, mediante estudiados recursos de manipulación, en ocasiones sibilinos, o intimidatorios al logro de un orgullo herido para convertirlos en víctimas en su marcha a ninguna parte.    

Con seguridad le habrán mentado al cuarentón que nos ocupa de las revueltas catalanas, pero sin fijar la atención, que también las hubo, por similares motivos  en Castilla, cuando los Comuneros, o en Valencia con los Agermanados; mientras que el grito “dels Segadors” del día del Corpus era el de ¡Viva el Rey!, mueran los traidores, exaltados por idénticas razones.

Siglos después, cuando los austracistas se sublevaron contra los borbones, lo primero que hicieron los catalanes fue proclamar a quien en él confiaban, el archiduque, como Rey de España con el nombre de Carlos III; pero esto se calla, es lo que más se oculta en la actualidad a quienes tienen el derecho de saber la verdad.

En cuanto a revueltas, tan aficionados a ellas los españoles, punto y aparte se merece la del cantón de Cartagena, la más cantonal de todas, en un siglo, que, sin embargo, había empezado con el “sitio de Gerona”,  de heroica gesta preñada de españolidad, que por cierto compitió en bravura nacional con el otro “sitio Zaragoza”: el que inspiró los toques de corneta.

¿Cómo pues decirle a un catalán en el rubicón de su existencia que le están mintiendo?, que Cataluña nunca ha sido una nación.

Ni en el derecho internacional, independientemente de su devenir histórico, ni en el Constitucional español, tienen su fundamento un problema que se ha elaborado, mejor sería decir  adoctrinado, a un fuego lento sahumado de artimañas maliciosas, aliñado con el viento a favor de la infeliz adolescencia, cual presa fácil para el inquisidor de oficio que se adueña de su inocente voluntad.

Tenemos pues un problema sin fundamento alguno, con la metástasis de un funcionariado que un día juró o prometió lealtad a nuestra Carta Magna: desde el primer bedel al Molt Honorable, quien ha dejado de serlo.

Lealtad, y a su semejanza viene al caso recordar, que también los catalanes prometieron lealtad d las Cortes cuando Felipe V llegó a España como heredero testamentario de Carlos II.

Último rey de la Casa de los Austrias en España, a quien los catalanes habían considerado como el mejor de los monarcas.


Cosas que no se dicen, que se ocultan: la urdimbre del problema.

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