Se corresponde con un estado de guerra cuyo punto de
ignición viene de tiempos antiguos. Antiquísimos. La reyerta se inició allá por
el siglo VII cuando mediante dos pinzas y desde el cercano oriente, el objetivo
apuntaba el centro de Europa para su asfixia. La Marca Hispánica por el oeste y
Viena por el este -en sus flancos- en sus tiempos de necesidad, pusieron el freno. Pero solo por aquel entonces y
por aquel instante. Porque la historia tiene sus pausas.
Con el internete ahora y que lo hace todo más fácil y el ver gratis
una película porno está al alcance de cualquiera dispuesto alcanzar el clímax
de su lujuria, el fundamentalismo religioso juega en campo propio: un terreno prolíficamente abonado y a
su vez muy útil para subir a los cielos donde cien vírgenes esperan la llegada del
hijo merecedor de la mayor de las dichas mediante la luz que la media luna
expande, que
dicen se corresponde con el edén ansiado a la espera del incauto que lo merezca.
Las Ramblas de Barcelona, como cualquier otro lugar que pudiera haber
sido el elegido con el afán de hacer daño, se convirtió por un instante en un
camino de roja sangre. Antes, otros escenarios ya nos han librado páginas de
rojo terror, semejantes siempre, que han conmocionado nuestras vidas. No son
más que batallas diseñadas que van formando parte de una guerra cada vez más
actual de incierto final. O cantado.
Batalla que cada vez que sucede, por cierto, se repite en segunda fase una vez consumada la "gesta" del miserable ejecutor, por parte de quienes manipulados y a su diversidad, vuelven a la carga a través de las redes sociales
donde justifican la “hazaña” -bien de manera
consciente o al contrario, en su ignorancia y con guiños de mala fe- e incluso llegan a su consideración mediante la insidia de falsas motivaciones que
aderezan con alegatos imperialistas, en
los que no falta el dedo acusador hacia el yankee o al malévolo capital.
No hay más que leer repetidas frases incendiarias que nos
producen nauseas por parte de quienes desde su cobarde anonimato unos, y desde
su condición más ruin otros, pero conocidos todos, instalados en sus tribunas
de mezquindad, gozan en sus mensajes lapidarios con la básica intención de
hacer daño a quienes los leen.
De esta guisa tratan y consiguen dividir a la sociedad, con
el único logro de dar más fortaleza y satisfacción a quienes desde el terror
juegan a doblegar la voluntad del mundo occidental.
Acto terrorista que se repite donde se les antoje “y por dos
veces” con el rojo de la sangre al fondo.
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