Por lo que hemos visto y oído el “gran pacto de gobierno” es una
quimera. Llevamos seis largos meses con
un “gobierno en funciones” cuya única misión bien podríamos decir que es la de
mantener el protocolo en un horizonte que nos llena de incertidumbre.
Y entre tanto, haberlos haylos que se lo saltan. Al protocolo me
refiero. Sujeto como está, y así debe ser, a un marco constitucional que
haberlos haylos también que están dispuestos a incumplirlo. A pasárselo por la entrepierna, vamos. Es lo
que dicen en repetidas ocasiones sin
ningún tipo reparo ante los medios, que a la par que nos informan, nos aburren.
Es lo que hay.
Vemos pues que de lo que se trata en estos días de campaña electoral es
instar a un presumible treinta por ciento de indecisos, dicen, para que se
inclinen sus integrantes por una u otra opción de las que se presentan ante las
urnas. Opciones todas, y cada una de
ellas, que nos ofrecen la pócima redentora de nuestras inquietudes.
Sin embargo, el encaje de bolillos, tal y como está la España nuestra
que por lo visto ya no es la de todos, tiene la complicación de que se
corresponde con una nación que ha dejado
de ser “una”. Tampoco es “grande”, pues
hace milenios que perdió tal condición; y en cuanto a “libre” se nos antoja que
no, condicionados como estamos a los avatares de una crisis económica cuya
única solución pasa por una estabilidad política que –sálvese quien pueda- no vislumbramos.
Luego está, aunque en el mismo saco, la existencia de las dos Españas
enfrentadas motu proprio, aunque lo cierto es que el
rifirrafe viene motivado por una Ley de Memoria Histórica que, dígase lo que se
diga, más que unir ha roto.
Así, puestas la cosas, el gran pacto electoral nos daría la necesaria estabilidad
política, que, a más, sería un claro aviso para los navegantes furtivos, cuya única
pretensión es romper la hoja de ruta que a su largo nos ha permitido avanzar
como nunca en las últimas cuatro décadas, por lo que cuanto menos se merece un respeto,
que una minoría, y gracias a una determinada afinidad ideológica que le insufla aire, desprecia.
Pacto electoral que daría paso a la sensatez, a la vez que a los
acuerdos obligados entre una amplia mayoría, siendo freno al populismo y dejando
en fuera de juego a la insidia, salvo las de la citada minoría que siempre se
alimentara de ellas.
Un gran paso adelante que bien pudiera significar una ventana abierta
al fin de las dos Españas.
Pero… ¿A quién o quienes interesa siga el enfrentamiento que las separa?
Como siempre que acertado estas en las dos España estupendo julio
ResponderEliminarLas dos Españas Vicente. Las dos que tanto le interesa a la izquierda y que tras Zapatero y ahora el Pedrito han resurgido.
ResponderEliminarEntre ellos, los perroflautas y el Coletas: ¡Traca!