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30 enero 2010

¿CORBACHO O GORBACHOV?

corbacho o gorbachov

Sinceramente, creo que resulta muy grato ver cómo se acuerdan de uno. Y más si quien lo hace es Don Celestino Corbacho quien tiene tal atención mediante una carta personal en la que dicho sea de paso no figura tu nombre; lo que pienso sea más por culpa de algún extraño desliz, que por pereza al trabajo bien hecho. Y uno queda aún más satisfecho con el trato de estimado, consideración que siempre se agradece.

Abrir el buzón de tu portal y encontrar dirigido a ti y a tu nombre un sobre ajeno a tu banco habitual, evita el cambio de semblante, tal y como ocurre ante el aviso de un cargo sobre tu saldo al que le deja escuálido, débil y en ocasiones rojizo. Ver en cambio que el remitente es el Gobierno de España y en su nombre el Ministerio de Trabajo e Inmigración, hace presumir en estas fechas que la buena nueva que se anuncia dentro del sobre es la del incremento salarial para el año que comienza, lo que produce un ligero alivio, aunque no suponga gran esperanza.

La carta personal alojada en mi buzón viene firmada por el Sr. Corbacho, el “eficaz por sus logros” Ministro de Trabajo, quien me felicita por el mantenimiento de mi poder adquisitivo. Y dice a continuación que el mismo queda garantizado e igualmente mejorado, pese a que en el último renglón veo perplejo cómo el importe de mi pensión para los próximos doce meses ha quedado disminuido.

Si en el campo de los números (siempre tan sufridos) y en manos audaces se sabe de cualquier interpretación o engaño, cuando están en manos desaprensivas no lo es menos en el campo de las letras.

De ello sabe muy bien el Ministro de Trabajo, quien, por lo visto, dispuesto a inspirar confianza a los que de él dependemos, recurre a la engañifa. Bastaría y sería del todo cierto, que más o menos dijera:

Estimado señor, su pensión ha quedado reducida y lo siento, pero ya sabe Vd. que obligados a subir los impuestos … -seguido hasta el final con el habitual bla, bla, bla, de Rodríguez Zapatero.

Puede que en el Sr. Corbacho con apellido de afinidad perestroiska, y dado el fracaso económico que supuso el intento regenerador de la economía en una república que en tiempos no muy lejanos se tenía como paraíso socialista pero llena de engaños, esté la razón de su ardid.

Por lo visto, el negro sobre blanco y con rúbrica a pie de página aunque sea digitalizada, es en este caso como papel mojado. Nos llega la cartita a quienes rendidos ante tanta mentira, esperamos resignados la subida de la luz, entre otras más que nos vienen; así como la del IVA: el Impuesto sobre el Valor Añadido que por lo visto Celestino Corbacho no ha tenido en cuenta.

24 enero 2010

CARMEN ALBORCH Y SU BARNIZ DE LA INSIDIA

carmen alborch y su barniz de la insidia

Carmen Alborch, en lo político, es una mujer desnortada. Y esto, en su pretensión hacia la Alcaldía se paga enclaustrada en la oposición cuyo mejor resguardo es el de complementar varios cargos; lo que le supone varios sueldos y gastos pagados más otros complementos por su pluriempleada dedicación.

Y en su desnorte recurre en ocasiones al “ninot de la falla”, alto y enjundioso. Pero no para ver qué es lo que necesita la calle, sino para que a ella se la vea en sus callejeos en los días de fiesta; lo que implica un narcisismo latente revuelto en rizos rojizos a cuyo adorno recurre.

Cuando Juan Lerma y Ricardo Pérez Casado ocupaban las poltronas del poder valenciano y ambos dieron luz verde a la prolongación del Paseo de Valencia al Mar, aprobado según el Plan General de Ordenación Urbana de 1988, era la misma Carmen Alborch quien formaba parte de aquel equipo.

Sin embargo, ahora, mientras los primeros callan, la segunda anda de cirio en cirio como la gran defensora del Cabanyal, como si ella no hubiese participado en el avance del viejo proyecto abandonado entonces en la entrañas de un cajón.

Sería bueno sacar a la palestra las palabras de euforia en aquellos momentos, tanto de Lerma como de Pérez Casado o de Carmen Alborch, seguro que gozosas por haber desatascado el proyecto, al que tildarían como progresista y de urgencia, tanto para el Cabanyal como para la ciudad entera.

Pero no es lo mismo predicar que dar trigo, y cuando el Partido Popular en el poder, en lugar de poner aceite a las ruedas para dar vida a tan entrañable barrio, recurren a la arena de la Malvarrosa con el fin de frenar su proceso, y de paso, ante la degradación de un mar revuelto, echar el cebo en sus aguas.

Degradación del barrio que lo ha convertido en un terreno de minas sin posibilidad de restauración, siendo gran parte de los vecinos quienes piden se termine la obra, tal y como manifiestan las urnas siempre gratas al programa ofrecido por el Partido Popular. Pero aceptar el resultado de las urnas es un ejercicio que la izquierda radical no práctica con su ejemplo, como se observa en la actualidad.

El recurso a la mentira lo demuestra el hecho de que a sabiendas de que las casas afectadas y de particular belleza son escasas en medio de una mayoría sin ningún tipo de protección, muestran en sus panfletos las fachadas más emblemáticas, pero conscientes de que no están afectadas por la acción de la piqueta, tal y como se comprueba fácilmente paseando sus calles.

¿Alguien puede creer en la existencia de alguna persona más interesada que la actual Alcaldesa –que lo será por muchos años- en que el Cabanyal luzca habitable y lleno de vida?

No tengo la menor duda de que los argumentos utilizados por la izquierda irían a la cajón del olvido si el resultado de las urnas le hubiera dado la mayoría absoluta en la zona afectada. Recurso al que recurrirían, pero que en su contra desprecian. El dime de qué presumes y te diré de lo que careces tiene su justificación viendo los modos de un grupo sectario bajo cuyo barniz esconde reflejos totalitarios.

La politización del Cabanyal, sectaria e interesada, sólo perjudica al propio barrio y a sus propios vecinos. Vecinos a lo que Carmen Alborch trata de confundir y a la postre valerse de ellos. El barniz de su insidia.

21 enero 2010

DICCIONARIO MARÍTIMO ESPAÑOL

Por lo visto,
allá por el siglo XIX,
cuando corría el año 1864,
ya se olían algo de lo que podía suceder.
Fue cuando llamaron a las cosas por su nombre,
seguramente porque entonces lo tenían ya muy claro.

19 enero 2010

UNA BOTELLA DE BRANDY

Si tras la salida del sol, el amanecer de un nuevo día puede significar el comienzo de cualquier hecho insólito o inesperado, feliz o triste, en su hora final y cuando llega el momento de nuestra entrega al cobijo de la noche, ese instante que asumimos por unas horas a nuestro abandono a excepción de cuando el insomnio nos obliga a la vigilia, el único devenir que nos puede surgir es el que nazca producto de los sueños. Bien nos traslade a un profundo y fugaz descanso con el mejor de su aprovechamiento, o bien nos lleve a una noche tumultuosa cuya sufrida agitación desespere nuestro animo entre el desorden de las sábanas. Y de ambas consecuencias surgirá su resultado, feliz o triste, regenerador o agotador.

Sin embargo y fuera de mi costumbre a la ingesta de alcohol, había visto la extraña presencia de una botella de brandy sobre la mesita de noche, una vez ya tumbado sobre la cama cuando iba a apagar la luz: una especie de destello que me desconcertó.

Estaba de paso en la ciudad y mi única compañía era la soledad de la noche en un pequeño hotel situado en el centro histórico, limpio y silencioso. No hacía ni medía hora que había llegado al hotel, cansado de un viaje en su primera etapa, y con el deseo de acostarme de inmediato. Me desvestí, dejé el reloj sobre la mesita de noche cuando ni siquiera había abierto el portátil, abandonado en un sillón junto a la cama e ignorando cualquier tipo de mensaje profesional como solía hacer todos los días antes de acostarme.

Ignoro la causa que me llevó a ello, pero lo cierto fue que al ver la botella me levanté de inmediato; y tras salir del baño firme y decidido y con un vaso en mi mano, me dispuse a tomar un trago.

Uno sólo… me decía, como sabiendo que aquello no fuera conmigo, pero transpuesto ante la sorpresa de que la botella había aparecido justo en el instante que había mediado entre dejar mi reloj estando sentado en la cama y los inmediatos segundos de tumbarme sobre ella, por lo que me decidí a aceptar el reto de no sabía quién.

No fue un solo trago, ni dos, ni tres; y cuando me di cuenta que ni una gota quedaba en su interior, lancé con rabia la botella contra una marina en la pared, enmarcada arriba de un pequeño mueble-nevera en el que en un televisor encendido un mujer hacía presagios vía tarot, rompiendo la botella en mil pedazos al tiempo que encolerizado por la ausencia de licor, inicié una carrera de improperios sobre quien había tenido la desfachatez de haberme obsequiado con una sola botella de brandy.

Producto del alcohol, me enzarcé en una inusual disputa conmigo mismo, como también contra la del tarot amenazando al televisor con destrozarlo si no se callaba; y hasta con la almohada, que tras abrir su barriga con el filo enrabietado de mis dientes y a modo de onda, dándole una y mil vueltas sobre mi cabeza, la vacié por completo viendo cómo salían plumas de pájaros exóticos, extraños: desconocidos para mí. Una lluvia de plumas, cuya suavidad templó mi ánimo, me dejó en el letargo sobre una mullida alfombra en el suelo, en la que me tumbé rendido, abandonándome a un plácido sueño, profundo e inescrutable.

A las ocho en punto sonó el despertador según mis instrucciones dejadas en recepción, y tras percibir que no había apagado la luz en toda la noche, tras una agradable ducha y con mi portátil en banderola, abandoné el hotel continuando mi viaje.

13 enero 2010

EL “CURITA ALARTE” Y SU HISOPO

El curita alarte y el hisopo

No creo que sea motivo suficiente como para quitarse el sombrero contemplar la sutil estrategia del PSOE valenciano que ya no sabe qué hacer para desbancar del poder al Partido Popular en la Comunidad Valenciana, tanto de la Generalitat como del Ayuntamiento del Cap i Casal.

Que lo perdieron por lo que fue un gran error cometido al despreciar la singularidad valenciana por su rendición al mimetismo catalán, no admite ninguna duda, como lo demuestran las quejas más significadas y en el mismo sentido de políticos valencianos como Manuel del Hierro –socialista- y Antonio Palomares –comunista- ambos fallecidos, o las igualmente aún denunciadas por Fernando Millán, de contrastado ideario republicano que desde su militancia en el PSD se afilió al PSOE con cargos de concejal municipal, así como de otros socialistas que guardan silencio en beneficio de su escaño.

O como la ocasión del frustrado intento del “curita de Alacuás”, Jorge Alarte, que deseando romper con tan torpe actitud no ha tenido los suficientes redaños para renegar de una vez por todas del catalanismo montaraz y deslenguado, dicho sea con toda precisión, enmarañado en el socialismo valenciano.

Pero no ha sido sólo este el error cometido y por ello se ven condenados a la oposición. Entiendo la desazón ante la impotencia que sufren en su obsesión por recuperar el bastón de mando. Desazón siempre motivo de torpezas, y que tras nuevos errores, el camino a su propia destrucción es la vía ancha por cuyo carrusel se deslazan; tal y como hace escasos meses vaticinó el Conseller Rafael Blasco de manifiesto conocimiento político y juicio ponderado.

Víctimas de su incomprensible actitud contra el Plan Hidrológico Nacional cuya derogación tanto perjudica al agricultor valenciano, han tratado de recuperar el terreno perdido con el llamado “caso Gürtel” cuyo efecto boomerang ya sienten sobre su cabeza.

Pero les hablaba de una sutil estrategia y a ello me refiero acto seguido. La izquierda es diestra (sería mejor en este caso citarla como siniestra) en el diseño de su camino. Utiliza el compás y el tiralíneas sobre su mesa de trabajo con pérfida intención, decididos a la confección de su hoja de ruta sobre todo en los momentos de mayor necesidad, al igual que no duda en el recurso a lo más bajuno, al libelo desaforado, a la falacia malintencionada o al embrollo rentista cuando se le presenta la ocasión ante una masa gris y compacta.

Al “curita de Alacuás”, que por lo visto será sólo candidato a la presidencia de la Generalitat, hay que darle relevancia, y de esto se trata. Para tal guisa, desde el taller de ingeniería política ha surgido el ardid de amenazar a la industria hostelera con el cierre de sus terrazas, que en los días de sol lucen llenas de una clientela gozosa ante el mar. Cumplida la amenaza y pocos días después, el “curita de Alacuás” con su hisopo en la mano y el yo os bendigo, acudió a tranquilizar al personal con la solución en sus manos.

Y a poco más de un año electoral, qué mejor que organizar la gran tamborrada a cuyo acto no hay mejor campo de juego que el del Barrio del Cabanyal.

Un proyecto de más de cien años deseado por los valencianos, muchos años adormecido y que fue precisamente el Partido Socialista en la Alcaldía el que abrió su luz verde a la búsqueda del mar. Pero que nada más pasar a la oposición se dedicó a frenar su ejecución hasta convertirlo en un campo de miseria, caído a trozos, para culpar a la Alcaldía Popular de su actual abandono. El “golpe de estado” de la Ministra de Cultura, ignorando repetidas sentencias del Tribunal Constitucional a favor de la prolongación, no tiene otra respuesta más que activar su ejecución, lo que provocará motivo de enfrentamientos entre el legitimo derecho a su avance y un grupo de energúmenos más deseosos de apartar al Partido Popular de la Alcaldía, que el contemplar un Barrio del Cabanyal esplendoroso, vivo, abierto al mar y a salvo de la morralla, que por cierto nada tiene que ver con el mar que lo baña.

En el “río revuelto ganancia de pescadores” encontró su inspiración Blanquerías, en cuyo taller se diseñan las más perversas actitudes con el hisopo de la falsedad. Aunque en esta ocasión el recurso al río lo reemplacen junto al mar.

10 enero 2010

¿De la Guerra Civil? ¡Nunca Maís!

de la guerra civil

¿Que qué le pido yo al año 2010? Aparte de mi petición en carta dirigida a los Reyes Magos que ya conocen, mi respuesta es la que dicha grosso modo, queda arriba citada.

Y en razón a ello, si por los caprichos del azar o porque hayan buscado expresamente este Bloc y se encuentran ante él, sea cualquiera la causa que les induzca a ello, si acuden al buscador de esta ventana, ya con más de cuatro años de vida y teclean las palabras de “guerra civil”, verán que les sobran dedos de la mano para contar las ocasiones en que la he mencionado. Su episodio prefiero olvidarlo, ante la vergüenza que me produce ver hasta dónde es capaz de llegar quien se considera ser humano al cometer las ingentes villanías llevadas a cabo dentro de las ciudades, lejos de las trincheras.

Lugares estos en los que residió lo que de noble había entre quienes convencidos, se enfrentaban al logro de una España que anhelaban mejor.

Y debo mi apuesta firme por ignorarla, a que la inmensa mayoría de mi generación habíamos entendido ya desde las décadas de los sesenta y de los setenta, ratificado después en los años de una ejemplar transición democrática y aceptado a la postre por un enorme sector del pueblo español, que estando todos de acuerdo en la mirada hacia un futuro mejor, y aceptando que en la guerra incivil se dieron escenarios de vileza humana, había pues motivos más que sobrados para que pasaran al olvido las páginas de tanto horror.

Sin embargo y pasados los años, Zapatero que si en lo económico ha sido un desastre y en lo político se ha dedicado a motivar a un nacionalismo paleto cuyo único credo es el de la mentira con el estandarte de la deslealtad, y en lo social ha utilizado técnicas propias del farsante, que a nadie le quepa duda que caerá sobre él y como una losa, la responsabilidad de haber reavivado el odio de rescoldos apagados con rociadas de falsa justicia. Porque no sólo ha ocultado las vergüenzas de los que fueron sus correligionarios, sino que negándolas, se ha cebado al mismo tiempo con los que en aquellos años eran contrarios. En la actualidad, nuestro Presidente, más que nuestro sólo suyo, siente el orgullo de haber contribuido al engaño de una juventud ignorante sobre la verdad de aquellos años, merced a la patente de corso que le otorga el silencio irresponsable de los que muy bien saben y al mismo tiempo callan, lo sucedido a lo largo de toda una década, aquella de los treinta.

A una transición labrada por la mano de políticos honestos, la inmensa mayoría de ellos hijos del franquismo, tanto a la diestra como a la siniestra del arco parlamentario, que con sentido de Estado sabían de España, se unieron los exilados que con la mano extendida aceptaron un proyecto común venciendo las dificultades que surgieron de ambos extremos.

Y ya pasado éste periodo que nos llenó de orgullo, unas frases lapidarias propias de Zapatero, han favorecido los intereses de una secta adicta al emponzoñamiento facilitado al mismo tiempo por la ignorancia latente en el pueblo español. Pueblo español hábilmente dirigido hacia la televisión basura, planificando en la juventud la cultura del polvo fácil e irresponsable, el pase de curso con suspensos y el botellón desbocado. Y para ello se está utilizando a lo mediático y a su servicio: una cohorte de tertulianos ávidos de intereses cortesanos ante cualquier ocasión que se les presente, y que bajo sus caretos de falso progresismo, esconden el sectarismo más radical.

Sectarismo radical también el de una parte de la clase política más interesada en retrotraernos a tiempos que debieran estar olvidados -porque así lo desea la inmensa mayoría del pueblo español- y que vive del cuento gracias a su escasa y en ocasiones nula representatividad, pero hábil en el manejo del vocerío y de la insidia, (también muchas veces de la violencia) pero que finalmente tendrá el desprecio de las urnas y el abandono de sus escaños.

No tengo ninguna duda de que la inmensa mayoría del pueblo español nada quiere saber de aquellos años que jamás debieron existir, ni como tampoco que se repitan, por lo que sería deseable que ese cubil de nefastos personajes desapareciera para siempre.

Y nunca he querido ni quiero hablar de la guerra civil, pero hago ahora la excepción en aras de que en el año ya iniciado se cierren, ya de una vez por todas, las páginas de ese libro pese a la dificultad existente debido a la mezquindad de unos cuantos mangantes que desean siga abierto.

06 enero 2010

¿COMITÉ DE SABIOS?


¡Cuánta vacuidad!, ¡Qué bufonada! ¡Qué desvergonzada actitud!, ¡Qué prepotencia!

¿Comité de sabios? Así lo acepta Rodríguez Zapatero, pero veamos quienes son sus integrantes, al tiempo que observamos que el Miró colgado en la pared es lo único que de bueno tiene una foto en la que en Zapatero y en su imagen se encuentra la mejor representación de sí mismo.

Felipe González, un licenciado en Derecho del que no sabemos ni cómo ni cuánto como tal ejerció. Sí sabemos que se dedicó a la política, que renegó poco después del marxismo de cuyas razones años después entendimos, que se embarcó en la corrupción, especialmente con Rumasa, y que finalmente abandonó la política activa en aras de su enriquecimiento personal, con múltiples plus valías tanto en Venezuela como en Marruecos sin despreciar las de otros lugares.

De Pedro Solbes sabemos que es un economista de medio pelo y que una vez relevado de su cargo ministerial, cuando vio el fruto de su gestión, abandonó el barco renunciando a los galones de la responsabilidad: los que obligan hasta el último momento a dar la cara.

Un ex Presidente de la Comisión Europea llamado Jacques Delors del que por lo pronto sabemos de su condición de ex.

Una decidida vegetariana, Elena Salgado, que por razón de sexo que no de genero, primero fue Ministro de Sanidad y actualmente de Economía, sin que sepamos de sus méritos tanto en cuanto los tenemos albergados en el baúl de la duda.

Y finalmente Joaquín Almunia, que invitado a su asistencia, no ha acudido a la cita, bien por culpa de una gastroenteritis navideña, o bien por su vergüenza profesional.

Sólo pensar que un Presidente de Gobierno es capaz en vísperas de Reyes de tal aderezo fantasmal, nos hace clamar al cielo (olviden en ello cualquier retórica clerical) de tanta simpleza.

Y miren que lo dice el proverbio: A quién buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Pero Rodríguez Zapatero nunca entendió el refrán.

Y así le va a él: igual que a nosotros.