Los Ángeles de la Fresneda es un bello pueblo situado a pie de la Sierra del Miaudarrama, que si hace unos diez años tenía poco más de trescientos habitantes, en la actualidad, su número, se ha multiplicado por veinte y sus nuevos residentes se hallan esparcidos por los alrededores en varias de las urbanizaciones que han ido creciendo dentro de sus límites. Su cercanía a la capital, su multitud de fuentes, el perfume que lo impregna y un riachuelo cercano que muere en un pequeño lago del vallecillo de tan singular paraje, ha sido la magia de la repoblación alcanzada en tan corto espacio de tiempo, aunque la mitad de sus gentes vivan en la capital, gran parte del año. No obstante, todos los fines de semana acuden a relajarse en el campo de golf que alfombra una gran parte del Valle de la Fresneda.
Los Ángeles de la Fresneda vive su mayor bullicio no solo en los meses estivales, que por el frescor de la sierra recibe a toda su gente, sino también llegado el mes de Diciembre que es cuando se viste de blanco y con el traje de gala de las fiestas navideñas, vuelven sus vecinos a la espera de recibir al nuevo año entre el jolgorio que brota cada vez con mayor fuerza sobre el albino y bello manto que lo cubre.
En los tres últimos años los ediles han tenido la feliz ocurrencia de escenificar la Navidad elaborando en el centro de la plaza del Ayuntamiento un original Belén que la ocupa un tercio, quedando el resto como el patio de butacas, tal como la mejor de la platea donde presencian juntos el momento del nacimiento del Hijo de Dios. Será en la última hora de la tarde, previa la Nochebuena, cuando uno a uno todos los regidores irán saliendo del Consistorio hacia el Belén, ataviados con sus ropa de blanco lino, sus túnicas, sus bufandas del piel de cordero, sus bigotes canos, atiborrados de regalos como ofrendas al Niño que va a nacer.
¡Qué forma tan bella para celebrar tan singular fiesta! y que por breves días, sobre todo, será el especial momento de congraciarse todos juntos después de un año de enfrentamientos baldíos, que debiera servir como ejemplo para todos los demás pueblos. Aunque este no era el caso de Los Ángeles de la Fresneda que destaca por tantas cosas bellas, donde entre los dos partidos que forman el Concejo, al menos en los últimos diez años, se llevan razonablemente bien.
El clamor ya se escuchaba por sus calles engalanadas con luces y guirnaldas, y en especial, el centro de la Plaza, donde los abetos cubiertos de nieve eran motivo de juegos y chanzas entre los vecinos que, catapultando sus ramas unos contra otros, mostraban el niño que llevaban dentro, mientras sus hijos quinceañeros se entretenían con el SMS o presumiendo de móvil de última generación.
Era la hora anunciada y el reloj municipal de la plaza, luminosa y engalanada, iba a dar las nueve campanadas. El portalón del Ayuntamiento abría sus puertas y por el umbral salían San José y la Virgen María cogidos de una mano mientras saludaban con la otra a los allí congregados, ambos con un gesto fraternal. Y tras ellos, el resto de ediles, ocho pastores: algunos portando animales, como un buey, un asno y algún que otro corderillo, y otros, almireces y calderos de cobre entonando villancicos mientras recibían multitud de aplausos y toda clase de parabienes. Todos iban hacía el centro del Belén, donde minutos después nacería el Hijo del Hombre.
Se apagaron todas las luces, los destellos en la nieve desaparecieron, las voces se callaron, todo era quietud y silencio. De repente, desde lo alto de la espadaña, adornada con lo que parecía una corona real: el nido de una cigüeña, un haz de luz, potente y más blanco si cabe que la nieve, iluminó el nacimiento donde apareció desnudito el más joven de los ediles cubierto sólo por un paño azul de cielo que le protegía del frío, sonriendo y saludando a todos.
El clamor increscendo se apoderó de la plaza. Y fue entonces, cuando las sirenas se abrieron paso entre el gentío, apareciendo tres Lands Rover de la Guardia Civil que frenaron su marcha justo frente al Belén.
-¡Todos quietos!- dijo el comandante que mandaba la inesperada embajada y dirigiéndose al Nacimiento.
-Nos ha llegado la noticia que teníamos anunciada, la que estábamos esperando desde hacía unas semanas: la veracidad del delito de corrupción por recalificaciones indebidas en las que todos Vds. están inmersos. ¡Quedan detenidos en este mismo instante!- Dijo el comandante, mientras ordenaba el precinto de todo el Ayuntamiento de Los Ángeles de la Fresneda, situado en una ladera de la sierra del Miaudarrama.
(“Belén navideño” es un relato que ha participado en el 26º Proyecto Anthology. Tema: Nacimiento)
Los Ángeles de la Fresneda vive su mayor bullicio no solo en los meses estivales, que por el frescor de la sierra recibe a toda su gente, sino también llegado el mes de Diciembre que es cuando se viste de blanco y con el traje de gala de las fiestas navideñas, vuelven sus vecinos a la espera de recibir al nuevo año entre el jolgorio que brota cada vez con mayor fuerza sobre el albino y bello manto que lo cubre.
En los tres últimos años los ediles han tenido la feliz ocurrencia de escenificar la Navidad elaborando en el centro de la plaza del Ayuntamiento un original Belén que la ocupa un tercio, quedando el resto como el patio de butacas, tal como la mejor de la platea donde presencian juntos el momento del nacimiento del Hijo de Dios. Será en la última hora de la tarde, previa la Nochebuena, cuando uno a uno todos los regidores irán saliendo del Consistorio hacia el Belén, ataviados con sus ropa de blanco lino, sus túnicas, sus bufandas del piel de cordero, sus bigotes canos, atiborrados de regalos como ofrendas al Niño que va a nacer.
¡Qué forma tan bella para celebrar tan singular fiesta! y que por breves días, sobre todo, será el especial momento de congraciarse todos juntos después de un año de enfrentamientos baldíos, que debiera servir como ejemplo para todos los demás pueblos. Aunque este no era el caso de Los Ángeles de la Fresneda que destaca por tantas cosas bellas, donde entre los dos partidos que forman el Concejo, al menos en los últimos diez años, se llevan razonablemente bien.
El clamor ya se escuchaba por sus calles engalanadas con luces y guirnaldas, y en especial, el centro de la Plaza, donde los abetos cubiertos de nieve eran motivo de juegos y chanzas entre los vecinos que, catapultando sus ramas unos contra otros, mostraban el niño que llevaban dentro, mientras sus hijos quinceañeros se entretenían con el SMS o presumiendo de móvil de última generación.
Era la hora anunciada y el reloj municipal de la plaza, luminosa y engalanada, iba a dar las nueve campanadas. El portalón del Ayuntamiento abría sus puertas y por el umbral salían San José y la Virgen María cogidos de una mano mientras saludaban con la otra a los allí congregados, ambos con un gesto fraternal. Y tras ellos, el resto de ediles, ocho pastores: algunos portando animales, como un buey, un asno y algún que otro corderillo, y otros, almireces y calderos de cobre entonando villancicos mientras recibían multitud de aplausos y toda clase de parabienes. Todos iban hacía el centro del Belén, donde minutos después nacería el Hijo del Hombre.
Se apagaron todas las luces, los destellos en la nieve desaparecieron, las voces se callaron, todo era quietud y silencio. De repente, desde lo alto de la espadaña, adornada con lo que parecía una corona real: el nido de una cigüeña, un haz de luz, potente y más blanco si cabe que la nieve, iluminó el nacimiento donde apareció desnudito el más joven de los ediles cubierto sólo por un paño azul de cielo que le protegía del frío, sonriendo y saludando a todos.
El clamor increscendo se apoderó de la plaza. Y fue entonces, cuando las sirenas se abrieron paso entre el gentío, apareciendo tres Lands Rover de la Guardia Civil que frenaron su marcha justo frente al Belén.
-¡Todos quietos!- dijo el comandante que mandaba la inesperada embajada y dirigiéndose al Nacimiento.
-Nos ha llegado la noticia que teníamos anunciada, la que estábamos esperando desde hacía unas semanas: la veracidad del delito de corrupción por recalificaciones indebidas en las que todos Vds. están inmersos. ¡Quedan detenidos en este mismo instante!- Dijo el comandante, mientras ordenaba el precinto de todo el Ayuntamiento de Los Ángeles de la Fresneda, situado en una ladera de la sierra del Miaudarrama.
(“Belén navideño” es un relato que ha participado en el 26º Proyecto Anthology. Tema: Nacimiento)
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