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04 julio 2008

MIGUEL SEBASTIAN, MINISTRO CON CARTERA PERO SIN CORBATA

Ignoro si la esquila es a la vaca lo que la corbata al hombre. Porque nunca se lo pregunté; a la vaca, por supuesto. Sin embargo, en su orgullo de caminar lento, majestuoso y solemne -por supuesto me refiero a la vaca- por senderos empinados, a veces dificultosos, luce su bronce añejo como el mejor distingo de su presencia. Y de seguro, ufana y contenta de ser el centro de las miradas de quienes pasan por su lado como también honrada a carta cabal, que como siempre, se ofrece con lo mejor de sí misma.

La corbata que no es más que un trapo, es como el obligado colgajo incrustado al toro en el corral en contra de su voluntad, que momentos antes de salir a la plaza se le clava en sus carnes, y es entonces cuando ya está listo para la lidia. Sin que esté obligado a lucirlo de fosforito, de colores vivos, ni de marca cara, ni a que su nudo sea ancho y grande, que más parece la soga en la que se anuda la ausencia de toda personalidad.

Finales los cincuenta del pasado siglo era el sombrero la prenda más importante del vestir diario, sustituido por la boina de visera chulapona y con pañuelo blanco al cuello, en aquellos, cuyo tramo profesional iba desde el aprendiz locuaz al auxiliar con ínsulas de oficial. Desparecido el sombrero de la multitud de las calles, la corbata se luce en nuestros días como prenda obligada tanto en los de abrigo del frio invierno, como en los del suave estío, aunque cuando llega el calor rancio y pegajoso, es cuando se afloja el lazo en torno al sufrido cuello o en acto de rebeldía se deshace el nudo y con la camisa abierta, se ofrece la garganta como señal de libertad.

Nuestro Ministro de Industria y desde el banco azul del Congreso, con cartera pero sin corbata, nos lanza el mensaje de que sin ella se está mejor, más a gusto, y hasta más dispuesto al trabajo liberado del calor que nos asfixia, aunque sea sólo en parte.

Ojalá sirviera la genial anécdota para darnos cuenta de la inutilidad de la corbata, y de lo que se esconde tras la embustera enseña que algunos muestran en lo que ya nada es circunstancial, sino medido en el tiempo y en busca de los mejores mejor frutos. Remedios elaborados dentro de las carteras ministeriales, las de piel cara y algunas de vaca.

Los trasvases ya no son trasvases, son otra cosa; la crisis ya no es la crisis, es otra cosa; los referéndum ya no son referéndum, son otra cosa; las regiones ya no son regiones, son otra cosa y la paga para todos los españoles de los 400 euros es una mentira más, mientras que los más necesitados se van a quedar esperando la ayuda prometida tan convencidos de ella cuando votaron.

Sea con la corbata del engaño en lo políticamente correcto, o con la esquila de la bondad fruto de la ignorancia.

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