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19 julio 2009

UNA VACA EN LA CHARCA

una vaca en la charca

Una pequeña nota de prensa ha dado a conocer el hecho insólito de que una vaca anclada en medio de un charco haya necesitado del Cuerpo de Bomberos y de casi dos horas de trabajo para sacarla de sus garras. De las garras del charco me refiero, porque las de la vaca, estuvieron quietas todo el tiempo mientras su cabeza oscilaba a los lados contemplando el paisaje.

Dos horas quieta y sin poder hacer nada deben dar para elucubrar; y esto me he preguntado leyendo la columna que en qué pensaría la vaca en todo ese tiempo, y cuál sería el semblante de su cara asomada a la ventana del mundo: si fijando sus ojos en las curvas de un mujer, o en la esbeltez de un joven apuesto según la orientación sexual de la vaca. O si convertida en un viejo verde y transexual, fijara sus ojos tal fuera un mirón, con su lengua babosa al lado de un escaparate de Zara en una tarde de verano.

O igual pudiera ser un mirón, pero atento a la financiación autonómica y al mangoneo del Presidente Zapatero, más presto a dar dinero a espuertas a quienes de ellos necesita; sin importarle las regiones más apremiadas, a las que el derecho constitucional otorga la misma calidad de vida y servicios que a las más avanzadas. Las que gracias a un pretendido y falso buen talante seguirán más ricas, mientras las más precisadas aumentarán su distancia, ante el mirón expectante que observa a un Zapatero sin el menor de los sonrojos.

Seguro que no le alcanzará ni un solo gramo de perplejidad ante las peroratas por ya conocidas de Leire Pajín, quien con sus soflamas interplanetarias navegando por espacios siderales al son de cometas y otras galaxias, se ha alejado tanto de sus correligionarios de partido, que ha llegado insultante a considerar a los socialistas como única gente honrada. Reflexión perdonable una vez perdida toda conexión mental con el planeta Tierra, cuya realidad por lo visto no ha conocido por sus pocos años, o los olvidados de su juventud. Y fue en ese momento cuando el tolón tolón de la vaca resonó con más fuerza en medio de la charca.

Las moscas fueron las que huyeron temerosas al fruncir el ceño la vaca, pues a sus orejas había llegado el eco de satisfacción en Zapatero al haber logrado éste, el Estado de la Autonomías en su mayor alto grado, incluso superando al del momento de la Transición con mayúscula, cuando el sentimiento español aún no se había deteriorado tal estos últimos años, los del mandato de Zapatero. Aseveración que captada por la vaca, alcanzó tal grado de excitación, que estuvo a punto de salirse de la charca henchida de emoción.

Hambrienta la vaca, debía de buscar brotes verdes donde alimentarse, por lo que se sentía frágil.

Mientras tanto, su mayor fortaleza residía en la imposibilidad de ser escuchada por el CESID, y que sus cuitas no llegaran a la Moncloa por el tesón de aquellos, necesitados de honores, o bien por ordenes de ésta para derrotar a su enemigo, ante la ausencia de un móvil en la vaca al que se pudiera pinchar.

Al tanto, y con esa encomienda, el rabo de la vaca, el brazo ejecutor, el látigo de Baltasar Garzón al acecho, siempre atento a los posibles regalos escondidos en las ubres de la vaca.

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