Se les caldea la boca: ¡Progresistas! Como lo oyen.
Progresistas por aquí, progresistas por allá, que en segundo cántico mejor
sería pajaritos por aquí, pajaritos por
allá, tal y como cantaba María Jesús con su acordeón por las playas de
Benidorm.
Pajaritos por aquí, progresistas por allá, que, al fin y al
cabo no deja de ser más que un falso y triste cántico para un público
despistado.
Porque si entendemos la solfa para disfrute y solaz de la
clase media española, media o medio
baja, ello es pura blasfemia. Pero no blasfemo contra Dios, sino contra
la gente que ellos, los progresistas, dicen tratan defender. En todo caso
entretener, previo pago de una entrada, que si cierto es barata, la de acudir a
las urnas, en su afán multiplicador, sólo sirve para mantener en la poltrona a
quienes tocan el acordeón.
Porque si escuchamos su melodía, díganme cuándo y cuánto la
clase media y clase medio baja, tuvo épocas de bonanza en los últimos cuarenta
y cinco años.
Lo cierto es que no la han conocido desde que se agotó la buena
despensa que había recibido Felipe González, y que después, el felipismo, nos
llevó a los umbrales del paro masivo; salvo el periodo de Aznar, a quien con un
acordeón de las Ozores le acosaron con saña, para sufrir después la “champions
league de Zapatero” que superó los 6.000.000 de parados.
Eso sí, ahora, muy progresistas que es de lo que se trata, en
su intento de formar un gobierno de esta condición, que no resulta ser más que
una falsaria etiqueta, falsa donde las haya.
Para ello, ya no recurren al acordeón, sino al Tezanos
exigido por Iván Redondo con frecuencia quincenal para que no decaiga el ritmo,
mientras que desde la secta progre y a través de su panfleto oficial de La Sexta, nos sermonean a diario entre las bambalinas
de un progresismo que llegó desde Venezuela… y a la cazuela.
Progresistas de salón por
aquí, pero pajaritos por allá. O lo que es lo
mismo: progresistas por aquí, pajaritos por ahí .
¡Qué bien afinan el acordeón!