El cambio climático de aspecto gélido que igual nos deja fríos e indefensos ante las turbulencias de sus intenciones jamás premeditadas, cuando se presenta tórrido, nos convierte en seres pringosos y agotados por el plomizo látigo de su inconsciente perversidad que no sabe de fechas ni tiene vestimenta fija. No es como un Papa Noel que nos visita cuando lo esperamos portando a cuestas un saco repleto de bondad, hayamos o no dejado los calcetines sobre la cornisa de la chimenea a la espera de verlos repletos de los regalos merecidos, o bien, a través de ella, hayamos ido depositado los hollines que nos hacen mezquinos y huraños de la mejor acción. Incluso en este caso, también nos visita aunque sea para no dejarnos nada, señal que en nuestro silencio sabemos descifrar.
No, el cambio climático no sabe de necesidades, ni tiene obligación alguna, ni siquiera sabe si va a repartir felicidad o desolación a la imaginación desbordante de quienes confían en encontrarse con un nuevo año mejor, o sufren desfallecidos con el recurso de la emigración hacia nuevos destinos donde también el cambio climático estará presente sin que sea garantía de un mejor acomodo.
Sabemos de su existencia milenaria y de su perversidad, pero ignoramos quien nos lo envía y cual es la razón. Intuimos en él la realidad de unas leyes naturales que en muchas ocasiones no hemos respetado y aunque nos sintamos obligados a ellas, siempre zanjamos que la responsabilidad es de los demás.
Quisiera que el cambio climático tuviera su día festivo y fuera una vez al año. Qué fuera de intenciones claras y que acudiera vestido de forma inconfundible para que nos alertara a todos. Si el Sol sale todos los días y la Luna elige siempre el mismo camino, al mismo tiempo que los planetas cumplen con las normas de tráfico sin necesidad de controles de alcoholemia, uno no llega a comprenderlo del todo. Quizá es que algo falla en un escenario de millones de años donde el cambio climático siempre estuvo presente animando una representación teatral de la que sólo conocemos al apuntador: de quien muy cerca está el que marca la batuta en un mundo que quizá no tenga muy claro hacia donde va.
No, el cambio climático no sabe de necesidades, ni tiene obligación alguna, ni siquiera sabe si va a repartir felicidad o desolación a la imaginación desbordante de quienes confían en encontrarse con un nuevo año mejor, o sufren desfallecidos con el recurso de la emigración hacia nuevos destinos donde también el cambio climático estará presente sin que sea garantía de un mejor acomodo.
Sabemos de su existencia milenaria y de su perversidad, pero ignoramos quien nos lo envía y cual es la razón. Intuimos en él la realidad de unas leyes naturales que en muchas ocasiones no hemos respetado y aunque nos sintamos obligados a ellas, siempre zanjamos que la responsabilidad es de los demás.
Quisiera que el cambio climático tuviera su día festivo y fuera una vez al año. Qué fuera de intenciones claras y que acudiera vestido de forma inconfundible para que nos alertara a todos. Si el Sol sale todos los días y la Luna elige siempre el mismo camino, al mismo tiempo que los planetas cumplen con las normas de tráfico sin necesidad de controles de alcoholemia, uno no llega a comprenderlo del todo. Quizá es que algo falla en un escenario de millones de años donde el cambio climático siempre estuvo presente animando una representación teatral de la que sólo conocemos al apuntador: de quien muy cerca está el que marca la batuta en un mundo que quizá no tenga muy claro hacia donde va.
2 comentarios:
El cambio climñatico ya está aquí. De hecho, existen un 60% de probabilidades de que este verano sea el mas caluroso desde el siglo XVII.
La responsabilidad es de todos. No se puede depender tanto del petróleo y de otras materias primas. Eso nos hace ser inútiles sin ellas, y nos va a costar muy caro en el futuro (no muy lejano).
Un abrazo.
Siempre se ha dicho que la naturaleza es sabia y asì lo creo yo tambièn.
Si esta no cambia,morirìa.
Nosotros no estamos teniendo compasiòn por ella,por eso ella tampoco la tendrà por nosotros,
y no por nada en especial,sino porque no le queda otro remedio,no paramos de hacer daño a nuestro
planeta.
la naturaleza se està adaptando a nuestra manera de destrizarlo todo,
en fin,la naturaleza es la que va a sobrevivir,
saludos
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