Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

01 agosto 2009

¡HASTA AQUÍ!

Hasta aqui

Puede suceder en cualquier momento del día. Y siempre en uno de esos que van pasando lenta, pero a velocidad de vértigo sin fijarnos en el salpicadero de la vida. Allí donde surgen las señales de stop que no hacemos caso por la sencilla razón de que no las vemos, o sencillamente, porque la importancia que les damos es torpemente nula; o las que nacen también ante cualquier arrebato.

-¡Hasta aquí!- me dije convencido de que mi decisión era la acertada en las últimas horas de la tarde del domingo cuando todos en casa cacareaban sin piedad destrozándome no sólo lo oídos, sino hasta el último recodo de mi alma, al igual que tensionaban mis nervios y a cuyo resultado mi cuerpo ofrecía una apariencia todo lo más alejada a la de un flan.

Los abuelos, que si ya con pocas fuerzas aún lanzaban sus quejas porque nadie les hacia el menor caso, permanecían olvidados, quietos en un rincón; mis cuñados, lanzándose púas por la política sin que ninguno diera su brazo a torcer; ellas, las cuñadísimas, que si patatín que si patatán, a ver quién gritaba más sin darse cuenta que la lámpara movía sus brazos por los efectos de un terremoto de escala ocho, que de haberse dado cuenta ellas de que era por sus gritos, a un seísmo se lo hubiesen imputado. Y los nietos corriendo por los pasillos, desencajando las puertas, moviendo las sillas y rompiendo un jarrón heredado, que desde una bisabuela mía había llegado a mis manos. Manos ya hinchadas de artrosis, al igual que mis venas a punto de estallar, ya harta mi febril cabeza de tanto ruido e inflamada de dolor, mientras mis hijos, cada uno a lo suyo, hacían oídos sordos a tanto desenfreno. Al tiempo que mis sobrinos se habían apoderado de mi internet con el beneplácito de la abuela que dichosa de tanta algarabía se salía al balcón regando sus plantas.

-¡Hasta aquí! Hasta aquí he llegado.

Y sin ninguna otra explicación levanté mi asiento, volé de mi casa que más parecía de locos y que si no iba a ser pasto del derrumbe, era porque nadie caía en la cuenta, salvo en mi interior, que en cualquier momento cedían sus cimientos.

Ya en la calle y justo en la esquina, un banco vacio invitaba a ocuparlo y frente a él, un pub. Un pub lleno de inmigrantes sudamericanos que a través de sus ventanas veía sus mesas ocupadas por gente que allí pasaban la tarde. Todo hacía presumir que dentro reinaba la paz, tales eran sus caras serenas y apacibles, cordiales y contentas.

De sus cristaleras abiertas salían gratos aromas de café, amancebados con las volutas de tabaco fuerte que llegaban a mi olfato dándome el relajo que necesitaba mi cuerpo y que tanto agradecía. Aromas acompañados del inconfundible ron de caña y del mojito y su menta. Todo envuelto en una nube deliciosa, esponjosa, que deseando embriagarme se alojaba en mi interior al aspirarla con fuerza.

De entre las mesas, una pareja juvenil se inició en una samba garbosa, mientras todos les aplaudían ofreciendo con sus voces loas de felicidad.

De repente, mi mirada fuera y desde el banco, se cruzó adentro con la de la bella caribeña, quien, de inmediato, creo, se dio cuenta que de una forma u otra, yo, participaba en la fiesta.

Y sin pensarlo dos veces, cogió un buqué de las manos de una novia y acertando de lleno, lo lanzó a mis manos. Y en su fragancia, lo aspiré dulcemente.

Todo el revuelo de la tarde abominable se borró de mi mente. A ella acudió una esencia penetrante, suave, exquisita, dueña del más delicioso placer.

Y yo, allí sentado, inmerso en un velo exquisito en el que hubiese deseado aislarme extasiado de gozo, vi salir la caribeña a mi encuentro en busca de las flores. A la que invite a sentarse bajo el azahar de un naranjo.

(“¡Hasta aquí!” es un relato que ha participado en el 47º Proyecto Anthology. Tema: Buqué)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hasta aquí, el final, has descrito esa algarabía que me recuerda nuestros bares nacionales, al contrario que en el extranjero, que yo, a pesar de mi sordera, no consigo soportar. Todos a grito "pelao".
Iván

Mª Dolores dijo...

Que bonito relato, describes tan bien las situaciones que, puedo ver las escenas como si de una película se tratara.
Un abrazo.