Ah, de las monjitas del Convento de la Encarnación que de sus manos humildes y cansados, pero jamás agotados, unidas al esfuerzo en sus ojos donde se anidan dulces arrugas, ponen toda la ilusión del mundo en enmendar cualquier descosido con sus mejores zurcidos, hasta dejar un paño impoluto desde la humildad de la clausura.
Sin embargo, y ya en el mundanal ruido que nos absorbe, nada es lo que parece, y detrás del mejor zurcido se esconde un roto en el que subyace otro de mayor alcance; muy oculto, por supuesto, por temor a que su urdimbre de cochambre nacida desde la improvisación y la incompetencia, aflore a la superficie.
De lo que se trata pues es de lucir con garbo el apaño con final feliz, gracias, eso sí, a unas manos diestras y en este caso siniestras en el cosido, siempre a la espera de recibir el aplauso a una tarea de la que se sienten ufanos.
Sin embargo, sólo las familias y amigos de la tripulación del Alakrana tienen motivos sobrados para estar contentos, por lo que habrá que felicitarles por volver a tener en sus casas a los seres queridos.
Pero quienes también están contentos son los piratas triunfantes, los bucaneros del Indico, vencedores de su órdago y que como pago a su trabajo, han recibido el maná, pero no el de los cielos, sino el de las mochilas preñadas de billetes con cargo a no se sabe qué partida presupuestaria, a cuyo disfrute se han solazado de inmediato atrincherados en la costa africana bajo el refugio de las palmeras y a salvo de la comunidad internacional de la que se pitorrean.
Quien debe de tener mucho trabajo es Rubalcaba, ya que dirigiéndose a un diputado popular en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Carrera de San Jerónimo, le dijo - víctima de un subconsciente en su estado más puro- que “escucho todo lo que dices, veo todo lo que haces” (sic), por lo que debe de ser mucho el trabajo en sus manos al verse ocupado en esta guisa todos los días del año.
Ausente en Rubalcaba la humildad de la clausura, su agotamiento debe de preocuparle. Más, si cabe, porque su fijación no se ciñe en exclusiva a Carlos Floriano, el diputado popular a quien le dirigía estas palabras, sino lo obvio es que vuelque sus desvelos a toda la bancada popular, dado el amor inmenso que por ellos tiene. De ahí su extenuado esfuerzo y pérdida de control, lo que le ha llevado a José Bono a socorrerle, quizá por la caridad cristiana que a éste le envuelve.
Ocultos temporalmente el par de leones de bronce del Palacio de Congresos, protegidos de las obras urbanas próximas a su fachada, alguien debe permanecer atento a la vigilancia de quienes cruzan su puerta. Qué mejor reemplazo que el de la mirada atenta que todo lo ve, la del ínclito Rubalcaba, el fiel y celoso guardián preocupado por la “salud” de todos los españoles a cuyo cuidado se dedica gracias a la unión y fortaleza de los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
Mientras que en la distancia y en su retorno a las dos Españas, Zapatero divide a los españoles mancillando una transición ejemplar, con rotos, con descosidos, ausentes los necesarios zurcidos de monjas de manos limpias, que, por otra parte, y dicho sea de paso, los amigos de la Academia del Cine Español niegan la producción de una película que nos hable del martirologio al que fueron sometidas.
Y dicen, que el que no recuerda su pasado, está condenado a repetirlo.
¡Cuánta cara!
2 comentarios:
España, ridiculo internacional y gran chollo para la piratería, que se cuidará mucho de americanos y franceses de los que también cobran pero de otro modo.
El comentario está acertadisimo, pero debería reducir un poco el texto. La gente suele pasar, a veces, cuando ve algo muy extenso. Es mi opinión sin más.
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