Pocas veces la segunda parte de una película -como pudiera ser la que con pretensiones de éxito se lanzó hacia el estrellato a base de una gran acción publicitaria- ha logrado el éxito que tuvo la primera.
Lo cierto es, que conseguido en principio el triunfo deseado y a satisfacción de sus adictos, la necesidad de seguir con la manivela es un deseo irrefrenable al que no se puede sucumbir. Ello es debido en parte al “veneno” que lleva en su sangre cualquier director que se precie, más si cabe, al verse sometido a la demanda de quienes prisioneros de su enamoramiento, disfrutan con placer ante cualquier nueva escenificación que se les ofrezca.
Por lo que la sombra siniestra e inasequible al desaliento de Rubalcaba cabalga de nuevo.
En su empecinado acoso a los políticos del Partido Popular, especialmente en la Comunidad Valenciana, ha puesto ahora sus ojos en la Provincia de Alicante y con un gran despliegue policial, que para sí lo hubiésemos deseado en otras acciones tan necesarias para la “salud” ciudadana, y sin orden judicial alguna, ha fijado su atención en la cabeza política del partido alicantino; lo que ha servido para llenar las cabeceras y noticiarios de la vida nacional al menos por un día. No terminará ahí la farsa, pues luego vendrá el recuelo.
Todo huele a podrido en torno al equipo de Gobierno de Zapatero cuyas artes bien conocemos. Cuanto más alto pone el listón de su acoso al Estado de Derecho, con mayor facilidad lo supera ante el estupor y la indefensión del confiado ciudadano, pero dando ocasión al gozo y algarabía de quienes drogados por los efluvios de la infamia, cierran sus ojos ante la situación de deterioro no sólo en lo social y en lo económico, sino también en lo judicial.
En estos días hemos visto una película de nada menos que ochenta policías en acción: casi una centuria. Por lo que el presunto caso de corruptela se convirtió de repente en una persecución manifiesta envuelta de prepotencia.
¿Alguien en su sano juicio puede cree que tal despliegue policial lo fuese por una orden judicial?
Mucha, mucha, mucha policía, canta Joaquín Sabina. Demasiada, desde luego y desproporcionada al caso; salvo lo que se pretende, que es lo fijo, que el Partido Popular fuese un día más centro de atención de la vida nacional.
Vida nacional, que dicho sea de paso, enseñorea con orgullo su españolidad en toda nuestra piel de toro, banderas en mano, mientras que en su cuarteles de invierno se esconden los que guardan su cieno para la mejor ocasión que se propicie.
Muchas son las explicaciones que debiera dar Rubalcaba de su trasiego por las catacumbas de la justicia española; pero el exigirle ahora luz y taquígrafos al acoso y derribo del adversario, es un ejercicio tan inútil como lo fue la solicitud de que aclarase ente el Congreso de los Diputados la trama de la “operación faisán”, cuya competencia a él sólo concierne.
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