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17 septiembre 2010

HONDARRIBIA Y EL BIDASOA

Parador

10 Septiembre

En ocasiones diferenciar lo que separa de lo que une no resulta nada sencillo entre dos zonas que se avecinan. La clave reside en ese punto neutro siempre existente entre dos partes que tienen el encanto de su solidez y forman un conjunto tendente a la seducción de quien por él se siente atraído.

Es el caso de la desembocadura del Bidasoa que nos separa de Francia y que como en otros lugares semejantes, como es el caso del Miño o del mismo Guadiana, al tiempo que divide un lugar de otro, también los ata un paisaje de identidad que dejando aparte orgullos banales arraigados en un sector minoritario, hace confraternizar a su gente.

Por tal motivo, y con el deseo de conocer más en profundidad San Sebastián y sus alrededores, decidimos trasladarnos a ese trozo de tierra agraciado por la naturaleza fijando como lugar más adecuado el de la villa de Hondarribia, antaño Fuenterrabía.

Y allá nos fuimos, con la sorpresa nada más entrar en su casco urbano que lo que íbamos a conocer iba a ser mucho más bello que lo imaginado. Cuando se tiene en mente la foto de una pintoresca casa, atraído por su belleza desde el momento de verla (como resulta ser en este caso) deja de ser una foto cuando, ya en el lugar, observas, que una casa tras otra se transforman en muchas fotos cada una más espectacular, lo que unidas todas, crea el atractivo de una ciudad de difícil olvido. Es el caso de Hondarribia que nos hechizó nada más entrar en ella.

El casco viejo en lo alto, con su plaza de Armas y bellas vistas al río, tiene a su espalda la zona amurallada de muy reciente y acertada restauración, con sus dos puertas: la blasonada de Santa María y la de San Nicolás, que dada la antigüedad de su cerco y el estado de abandono tras un largo periodo de años, la decisión de su necesaria restauración ha dado ocasión al conocimiento del estado primitivo de la villa, lográndose el privilegio de imaginar la eficacia de su defensa en los casos de necesidad, que por cierto fueron muchos. Debido a los avances bélicos de los asediantes, sus murallas fueron adecuándose a los tiempos, construyéndose una serie de túneles y pasadizos ocultos que han ido aflorando hace muy pocos años tras sus labores de restauración, dejando a la vista del visitante una muy detallada interpretación del fascinante entramado sito en las entrañas de viejo e histórico casco urbano de época medieval, cuyo recinto amurallado es conocido como el “Baluarte de la Reina”.

Celebramos nuestra llegada comiendo en un restaurante datado en 1575, el Zeria -situado en la popular calle de San Pedro de la parte baja- con su vetusto estilo que han procurado conservar intacto hasta nuestro días. La buena cocina y la agradable estancia en la terraza y ante su fachada, contribuyeron a gozar aún más de nuestro primer día de estancia en Hondarribia, al tiempo que se celebraban los últimos días de las fiestas de El Alarde en recuerdo de la victoria sobre los franceses del año 1638, encontrándonos con un ambiente alegre y bullanguero.

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