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16 agosto 2013

CON EL NACIONALISMO HACIA EL MEDIEVO

con el nacionalismo hacia el medievo

Cuántas y cuántas veces nos hemos preguntado sobre el origen del universo.
La única respuesta que hemos obtenido ha sido la de que fue el Big Bang lo que dio origen a su existencia; aunque igualmente sea digno del mayor respeto la creencia religiosa de que en trabajo de siete días fue de las manos del Creador la razón que nos dio la vida.
Fuera como fuese, el hecho constatado, es el de la existencia del universo y en un rincón del mismo la ubicación exacta del planeta Tierra, lugar donde nos encontramos.
Y fue así como milenios más tarde, uno pueblos extraños llegaron a nuestras costas españolas desde la otra parte del Mediterráneo, a la sazón creando lugares donde habitarla para cohabitar con mejor o peor grado con los poblados autóctonos que les salían al paso.
Fueron los romanos quienes de forma abundante nos esquilmaron minas y bosques, con la contrapartida de crear una red de calzadas que facilitaron el tránsito de un lugar a otro de nuestra piel de toro. Las que facilitaron que posteriores civilizaciones las utilizaran para sus fines, que no eran otros que dominar una península que en principio los griegos la nominaron como Iberia. Como era su habitual costumbre, una vez Roma logró su dominio la reconoció como Hispania. Nombre de pila que aún perdura gracias al aporte cultural mantenido desde entonces.
Así sucedió con la Hispania visigótica, al igual que los invasores musulmanes que aunque como El Andalus la bautizaron, igualmente usaron el nombre de Ispaniya entre sus hermanos de mayor cultura, porque más que arabizar al pueblo, fue éste el que hispanizó al invasor, salvo cuando en ocasiones, fundamentalistas musulmanes, masacraban a una población que como infiel la estimaron.
Los reyes cristianos lograron recuperar antiguas tradiciones, consiguiendo que el invasor musulmán no traspasara los Pirineos para mejor destino de lo que siglos después se reconocería como Europa. 
Los Austria, sucesores de los Reyes Católicos quienes de común acuerdo unificaron la vieja Hispania, mantuvieron intacto el mismo objetivo, aunque el oro y plata que llegaba de ultramar lo despojaron para defender una hegemonía europea innecesaria en lugar de invertirlo en casa propia. O sea que les reyes hispanos les hicieron el juego llevándonos en andas a la decadencia.
Los Borbones trataron de que el viejo Reino de España se modernizara abandonando leyes forales que ningún actual tribunal europeo admitiría, salvo la torpeza de dos inútiles reyes que entregaron en bandeja la corona española al francés invasor. Soberanía que fue restablecida gracias a la decidida fortaleza del pueblo español que desde Finisterre al Cabo de Gata, como desde Port Bou a Ayamonte, no tenía duda alguna de su histórica nacionalidad.
Y qué decir del mundo intelectual, que generación tras generación y durante más de cinco siglos han mantenido el mismo criterio. Lo que no es fruto de la casualidad, sino de un aporte cultural del que una parte del pueblo cerril se mantiene a distancia.
Lo sucedido a continuación y más cercano en el tiempo tiene la singularidad de cómo el pueblo español está siendo conducido cual rebaño atento al toque de campana y dispuesto al trote por cualquier camino engañosamente conducido. Y es tal su desnorte, que los más de veinte siglos de poso cultural, tirados por la borda, sólo han sido de provecho para un grupo de desalmados políticos empecinados en borrar un pasado que si alguien supo ennoblecerlo fue el mismo pueblo español, en la actualidad utilizado como cualquiera vulgar producto de los de usar y tirar por cualquier alcantarillado.
Y es tan ignaro e imbécil, que ni cuenta se da de ello.
Nada que ver, por supuesto, por la reflexión profunda acerca del origen del universo del que forma parte nuestro planeta de más de veinte siglos en el candelero gracias a la acción decidida del pueblo español.
Salvo quienes están a merced de una pléyade sin escrúpulos, indecente, que cuales señores feudales tratan de imponerse. Por eso reclaman los “fueros”.
Hacia el Medievo.

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