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19 agosto 2014

EL PANTALÓN CAMPANA

el pantalon campana Hubo un tiempo que nos dio por llevar el pantalón campana.  Todos llevábamos esas perneras que ocultaban los zapatos arrastradas por el suelo. Como a un centímetro escaso de él, no fuera a ser que se acompañaran de las inmundicias que abandonábamos sobre el camino.

El pantalón campana no tenía ninguna connotación política,  ni imprimía carácter,  ni distinción alguna, ni aireaba las piernas, algunas más velludas que otras, por lo común lo propio de unas herencias genéticas que nadie había demandado.

Pero ya avanzados los setenta causó furor la barba abundante, el pelo largo y el brazo en alto con el puño cerrado,  que si corrías perseguido por los grises era lo más de lo más que te podía suceder (según algunos, pues lo cierto es que no eran en gran número, que todo hay que decirlo) y que como medallas cum laude sirvieron luego  para hacer "carrera" merced a la tan rentable puesta a punto en tan azarosa década.

Han tenido que pasar muchos, muchos años, para que, los de la  misma edad de entonces, merced a nuevas modas, huyan embozados lanzando piedras con las manos en proverbial y adiestrada guerrilla urbana, que en la actualidad ha ido in crescendo con ínsulas de algarada.

Cosas de la política que con el viento a favor ha logrado que  la dialéctica del hemiciclo se haya trasladado a un campo de batalla sito en la ciudad, con trincheras de fuego gracias a ligeros contenedores, de facto escenificando un hábitat  casi natural que por desgracia ha dejado ya de sorprendernos.

De tal guisa que no nos queda más remedio que aceptar tan gran berenjenal, aunque hayamos olvidado el pantalón campana, mientras que los pelos largos con barba marxista -ahora mutados al surtido look del perro flauta y con la complacencia de una sociedad que pese a ello los mira de reojo- hayan dejado de interesarnos. Salvo a unos cuantos.

La veleta gira y gira. Los vientos son los mismos,  pero nuevas tecnologías y con mayor precisión, nos anuncian de su presencia mientras diseñadores “pret a porter” traman nuevas modas que ocuparan nuestra atención. El iPhone y el Ipad,  la tertulia televisiva junto a la tele basura, todos a una como en Fuenteovejuna facilitan el camino, al tiempo que la publicidad nos entusiasma anunciando unas cremas depilatorias que darán mayor soltura a nuestras piernas con bermudas.

Pero la veleta, como les decía, gira y dicen que las modas vuelven.

Sí, sí, y hasta puede que la del pantalón campana.

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