La cesta de la compra y el glamour nunca estuvieron unidos, pero en esta ocasión ha sido la marca italiana Prada quien se ha encargado de la despensa.
Valencia tiene un Mercado Central donde los colores y sabores se ofrecen con reclamos de cariño bajo las bóvedas modernistas de hierro fundido. Y lo saben, quienes a lo largo y ancho de sus vistosas paradas buscan a diario la bondad de sus productos: siempre frescos, la mar de sabrosos y con el sello de su gran calidad. Y es allí, donde se asombran los turistas que lo visitan como uno más de los museos que abundan por la ciudad.
- ¡Hola, cariñet, tengo la mejor fruta, dulce como la miel!- Es el eco que se escucha por el mercado, cuya simpatía se desborda ante el comprador, sea cual sea su edad. -¡Bonico! ¿Mira que gambas tengo? Así de dulces son los señuelos en la hora de la compra cualquier día del año.
El mercado es milenario, cargado de historia, lugar de fiestas, y de justas: corazón vivo de la ciudad. El actual Mercado Central va camino de cumplir cien años, y son varias las generaciones que se muestran orgullosas de él. Pero Valencia, como cualquier novia en su día de boda, está más guapa que nunca en las vísperas de un gran evento: la Copa del América dicen unos, o America Cap’s como dicen otros, los que presumen de saber inglés.
Valencia no tiene el French Laundry de California, ni el Fire de Nueva Delhi, ni el Maxim’s de Paris. Sin embargo, si no es oro todo lo que reluce, sí se puede convertir en oro todo lo que se toca, y… Prada lo sabe.
El Mercado Central de pasillos enmoquetados, vestido con muebles de estilo, en el que no faltaron sillones de cuero o terciopelo, ni tresillos isabelinos, ni complementos victorianos, ha sido el lugar elegido para la gran fiesta organizada por Prada, patrocinador del equipo italiano Luna Rossa. Las mullidas alfombras han sido pisadas por los pies elegantes de Inés Sastre, de la realeza, del glamour. La genial presentación –tan alejada de fastuosos palaciegos- marcará un antes y un después en su historia, en un evento que ha contribuido, más si cabe, a pregonar por el mundo una de las joyas arquitectónicas más queridas por todos los valencianos.
Ver nuestro más importante mercado municipal convertido en una alfombra roja por la que han desfilado mil quinientos invitados a una fiesta donde el mejor casting se mezcla con los productos frescos de la huerta valenciana ofrecidos en directo, es algo difícil de igualar.
-Demi Moore, guapa ¿quieres una naranja de Valencia?
Frutas Puchades, Verduras Virginia, Frutas Ros Gar, Frutos secos Gimeno, Charcutería Lerma, etc... Hasta una treintena de coquetas paradas han rivalizado con las tiendas de bolsos, gafas, camisas, zapatos, corbatas, etc. de la marca de moda Prada. De tan amistosa pugna, quedará para siempre el recuerdo de una fiesta original a la que han asistido personajes populares, algunos de ellos fascinantes y de fama internacional.
Atrás, muy atrás, quedan aquellos años, más de dos siglos, en los que en el centro de un mercado abierto al clamor del pueblo, una horca de piedra daba justicia al reo en torno a una gente asustada o regocijante. Que de todo había.
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