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13 abril 2007

LOS GUARRIATOS Y LOS CACIQUES


Lo primero que me sorprendió nada más llegar al hotel del Escorial es que en la zona hay dos pueblos diferenciados: San Lorenzo del Escorial, localidad donde está ubicado el Monasterio a cuyo habitantes se les denomina los guarriatos, y El Escorial, pueblo situado ladera abajo a cuyos moradores se les conoce como caciques. Entre ellos se llevan bastante mal, tal y como suele suceder en muchos de los pueblos lindantes de la geografía española. ¿Algo de las dos Españas?, no creo, más bien, son cosas de vecindad.

El Hotel donde nos hospedamos es un bonito caserón típico de la zona y está a pocos pasos del Monasterio, en pleno centro de San Lorenzo. Es el sitio ideal para tres días de estancia, suficientes para conocer bien gran parte de la historia de España, pero no sobrados.

El Monasterio de San Lorenzo del Escorial fue construido a caballo de los siglos XVI y XVIII, y con aires, muy sanos por cierto, de modernidad, en los últimos cincuenta años. Juan de Herrera supo plasmar los deseos de Felipe II, mientras que Juan de Villanueva hizo lo mismo bajo la batuta de los Carlos de tres y cuatro palotes.

El centro de San Lorenzo, aparte el Monasterio, gira en torno de la calle de Floridablanca, flanqueada en una de sus aceras por las Casas de los Oficios, utilizadas mayormente con fines culturales –Exposiciones, Biblioteca Municipal, Sala de Cultura, Escuela de Música además del Santuario Parroquial de Nuestra Sra. de Gracia, patrona de la ciudad, lugares todos muy interesantes- y otros bellos edificios herrerianos del siglo XVI, junto al magnífico Real Coliseo Carlos III del siglo XVIII, situado en el otro flanco de la calle alineado por hoteles cuyas cafeterías son lugares de encuentro, tanto para el diario aperitivo de mediodía, como para el café de media tarde.

El Monasterio del Escorial es el panteón familiar de los Reyes de España, y para tal fin lo ordenó construir Felipe II muy interesado en tener el sitio más digno para enterrar el cuerpo de su padre. En el Panteón de los Reyes descansan todos los monarcas de las Casas de Austria y de Borbón -a excepción de Felipe I, Felipe V, Fernando VI y sus esposas- donde también se guardan los cuerpos de las que fueron madre de Rey.

El Panteón de los Infantes fue mandado construir por Isabel II y consta de nueve cámaras que guardan las esposas de Rey sin descendencia real, así como príncipes e infantes. En su interior está la tumba de Don Juan de Austria, auténtica curiosidad histórica, junto a la Rotonda de los Párvulos, que alberga ésta, los cuerpos de los infantes muertos en sus primeros años de vida.

También se dice que la construcción del Monasterio fue para celebrar la victoria en la Batalla de San Quintín sobre los franceses el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo. También queda el dato histórico, que en aquella batalla fue destruida una Iglesia dedicada a San Lorenzo, y en desagravio al Santo, el Monarca español dio nombre a la que iba a ser su obra arquitectónica más importante.

Visitando el Monasterio me impresionó la grandiosidad de su Basílica, llena de luz natural como no recuerdo otra igual, así como sus columnas y su retablo de mármol en el Altar Mayor. En el recorrido por la zona privada del Monarca me sorprendió la austeridad de los aposentos del que era el Rey más importante de la Cristiandad. Enseguida, me vino a la memoria Yuste, en el mismo sentido, por lo que deduje que el hijo supo seguir las costumbres de su padre, el emperador Carlos V, en la más absoluta sobriedad.

Visitamos el Valle de la Cruz de los Caídos, lugar tranquilo y apacible, de gran belleza y mucho frío. En su interior coincidimos con varios grupos de visitantes, gente joven, estudiantes de habla inglesa, y seguramente becados para conocer una parte de la Historia de España. Cuando fui a hacer la primera foto de la enorme Cruz que pinchaba las nubes, me di cuenta que me había dejado la batería de mi máquina digital en el hotel.

Conviene destacar de la visita a San Lorenzo del Escorial: la silla de Felipe II, donde el Rey debió asombrarse de la grandiosidad que iba adquiriendo su obra más querida; la Casa del Infante; los paseos por la ciudad y sus restaurantes. De ellos,
en mis fotos, queda el recuerdo de nuestra visita.

Visitamos Aranjuez, su Palacio Real, sus jardines, la paz y sosiego y su concierto, siempre dando vueltas por cualquier recodo. El clásico recorrido en un tren turístico, de extenso trazado, fue la mejor decisión para poder conocer mejor sus jardines y su fauna. Por supuesto, después de una siesta tras comer en Casa Pablo, un buen restaurante de ambiente taurino, recomendado por el Hotel donde nos hospedábamos, antigua casa de Godoy, el Príncipe de la Paz.

Viernes Santo salió lluvioso, y frío. Visitamos el Palacio durante la mañana y emprendimos el regreso después de conocer en vivo interesantes detalles de la Historia de España. Comimos en el Vasco, restaurante de prestigio y buenos fogones. Para algunos empezaba la Semana Santa, para nosotros significó el regreso tranquilo y apacible, sin ningún tipo de atasco, de vuelta hacia casa.

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