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07 agosto 2008

EPÍSTOLA AL AMIGO


Tu recuerdo me viene entre las neblinas de aquel día en el que tomando caminos diferentes nos abríamos a un mundo nuevo que deseábamos conocer, tal y como tantas veces habíamos planeado. Recuerdo tu cara aniñada, peinado a raya y protegiendo tus cabellos con fijador. Usabas gafas, las de gruesa concha, cuadradas, tras las que se escondían tus ojos no por ello cerrados, y que por tu revoltoso carácter tanto temías que se rompieran durante las horas del recreo. Aquel del que tanto gozábamos en el patio enclaustrado de nuestro antiguo colegio. El momento de la despedida vino después, cuando abandonamos sus paredes y en el interior de sus aulas quedaron sellados nuestros mejores deseos; allí, entre sus pizarras de piedra negra y aromas de tiza blanca, estrangulados sus ecos. Simplemente por esto, por tu recuerdo, me he decidido a escribir esta carta, que de seguro verán tus ojos.

Tomé mi sendero y te perdí de vista; aunque nunca me olvidé de ti y mi deseo era el de verte con frecuencia. Mucho más, sabiendo cómo eras y por las muchas coincidencias de las que habíamos disfrutado durante tanto tiempo.

Luego, ya sabes, todo ese conjuro de factores que van influyendo en tu vida y te hacen ser otro, aunque luches por ser tú mismo apoyado por la fuerza de tu voluntad, en ocasiones blanda y fofa condicionado por tantas cosas. Nada de lo que habíamos pensando para cuando fuéramos mayores, fue tomando cuerpo en el mío, tal y como nos había sucedido en los años con carta a los Reyes de Oriente, en las que de tanto pedir cosas, tan grandes eran en su tamaño, que sobre las gibas de sus camellos bien poco era lo que podían soportar, cayendo por el camino. Y fue así como todos los deseos se iban frustrando, año tras año. Proyectos y más proyectos escritos en hojas de otoño con seca tinta de grafías ininteligibles.

Ahora, cuando ya ha pasado un largo tiempo -tan solo nos queda un apacible rincón de espera, antesala a un mundo que nos gustaría dibujar con el pincel de nuestras manos pero sin modelo al que copiar- vuelvo a pensar en ti y me pregunto qué habrá sido de tu vida, aquella que tan a gusto habíamos tramado.

Quiero suponer que conseguiste ver todo lo que deseabas, correr por las cimas de los montes como un tornillo sin fin, bañarte a los pies de una cascada que desde lo alto rompe el suelo y crea un remanso fresco protegido del sol gracias a las sombras de los peñascos que lo rodean, de los arbustos que de ellos nacen y de la inmensa arboleda que circunda a ese jacuzzi natural. Para muestras, un botón, y con éste me basta. Y quiero imaginar, de forma interesada, que lo lograste.

Poco puedo decir de mí que no sepas tras leer estas líneas que te mando, pues convencido de lo bien que me conoces, y de que aún pervive en ti mi recuerdo, te habrás dado cuenta de todo lo que ha quedado en el camino lastrado por el tiempo.

Sin embargo, estoy contento de lo conseguido por lo mucho de bueno y fructífero que ello tiene. Y aún más, porque no está en nuestras manos escribir el destino, sino aceptarlo tal y como viene con la mejor de las caras y con el mayor de los provechos, intenciones estas a las que me he dedicado a base de errores y también de aciertos, que de todo ha habido en la viña de la vida.

Pero entonces, en aquellos años, nada sabíamos, convencidos de que nuestro sino nacía de un crisol, alimentado con el calor de los deseos.

Finalmente, te deseo una larga vida plena de salud, que de lograrlo, seguro que yo también podré seguir gozando de ella.

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