Cuando un 11-S una mente en estado de esquizofrenia aguda, cegada su sesera por la acumulación de odio y preñado su corazón producto del más perverso de los fanatismos religiosos, enfiló en lontananza las Torres Gemelas, quizá lo único que hacía a sabiendas era el sembrar la desolación en el centro neurálgico de una ciudad como producto de su rencor. Contabilizadas las victimas y tras días de pánico y horror, el hueco que dejó tan horrible crimen en las calles de la ciudad, se le reconoce mundialmente como la “zona cero”.
Expresión que si a todos nos recuerda un día que en cierta manera cambió el rumbo de nuestras vidas hacía cuotas de alta y necesaria seguridad, en cambio para ciertas personas, la expresión se convierte en hábito deslenguado para calificar aquello que se quiere denigrar.
Es el caso de la Ministra de Cultura González-Sinde, cuyo segunda parte del compuesto nos abre paso a cualquier calificativo sirviente para juzgar el resultado de su trabajo, que no es otro que el de la ineficacia; dedicación en exclusiva para mantener el equilibrio sexista en un gabinete ministerial, que no de genero, porque la calidad que de esto allí abunda es la del incompetente. A su mandato, un Presidente funesto que si hacia algún lugar nos dirige, es precisamente a uno semejante al que cita la Ministra: la Zona Cero.
Y es en el subconsciente traidor de González-Sinde donde se almacena tan siniestro espectáculo y que junto a su manifiesto intento prevaricador, le ha llevado a juzgar como de “Zona Cero” lo que la Alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, “trama”, según la Ministra, contra uno de los barrios más queridos por los valencianos.
Que una Ministra de Cultura emplee tal argumento, sólo nos habla de lo que es capaz tan abyecta dama, evidencia de la que ella misma se adueña, tal es el despropósito de su elucubración.
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