Salvo el del inescrutable soplo origen de la vida, sin que por ello quiera decir que lo fuera divino, nada sucede en el mundo por azar. No creo pues en aquello de la generación espontánea, porque nada es casual.
Zapatero, un hombre resabiado lleno de añoranza en su fuero interno hacia el Antiguo Régimen, no sólo se ha apoderado de los tres poderes, sino incluso de gran parte del cuarto, cuya suculenta tajada le convierte en el gran señor feudal del siglo XXI. Preñado de absolutismo, diseña su estrategia bajo la sombra plácida en su umbráculo de la Moncloa, cual lobo solitario de largas orejas, pero cegadas a cal y canto.
¡Qué no hizo Napoleón, sino su vuelta al poder absoluto encantado en su disfrute!
Dotado de una gran habilidad y arraigado desparpajo, y a sabiendas de que el pasado 12 de Mayo, tal era su calculada intención, la Audiencia Nacional iba a trasladar a la Provincial de Valencia el caso Gürtel, fijó con aviesa intención la misma fecha para el anuncio en las Cortes Españolas (en plan terminator ZP) del mayor recorte social producido en España en los últimos sesenta años, calmado su ánimo en la seguridad de que las portadas de su prensa mediática atenuaría su osadía fijando su atención hacia el Partido Popular, partido al que en los últimos años un taimado Presidente de Gobierno no ha cesado de acusar con falsedad, echándole en cara su deseo de recortes sociales a los que sin embargo él se negaba.
Y no satisfecho con ello y cuidando hasta el último detalle, ha dado instrucciones para que la Audiencia Provincial de Valencia no reabra el caso hasta que llegue el tiempo que mejor a él le convenga, al igual que lo está haciendo con el Tribunal Constitucional que no dará su veredicto sobre el “estatut catala” hasta pocos días antes de las próximas elecciones. Llegado el momento estelar, no me alberga duda alguna que lo será en la forma y fondo de su propio interés, que por la manera en que mueve los hilos, no será el de la legitimidad.
Y no sólo urde a su antojo las responsabilidades inherentes a los tres poderes, sino que trama los tiempos con la habilidad y astucia del jugador diligente, del truhan empedernido, tal y como lo está haciendo desde el primer día que empezó a negar una crisis conocida por todos.
Quizá la explicación viene dada porque mientras el felipismo optaba por la corrupción, un imberbe Zapatero se adoctrinaba en la Bastilla evolucionando hacia la figura del “Emperador”.
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