13 Septiembre
Lunes y con un tiempo espléndido fue el día elegido para cruzar la frontera, ya inexistente, para conocer las ciudades más próximas. Un vistazo a Bayona como punto más lejano, retornar por la costa para visitar Biarritz y San Juan de Luz, fue el plan elegido.
Llegamos a Bayona, ciudad donde se firmaron 1808 las abdicaciones de Carlos IV como Rey de España y su hijo Fernando VII, entregando la corona a Napoleón.
Las agujas de su Catedral de Santa María nos indicaron la ruta a la que dirigirnos, aparcando muy cerca de ella. Queríamos conocer su centro histórico y nuestra primera visita fue la de su magnífico templo gótico, actualmente en restauración que nos sorprendió por su belleza, tanto la de su interior con diversidad de capillas, como por los contrafuertes y adornos en su exterior. Pasamos por el Castillo Viejo, hoy centro militar donde una placa en uno de sus muros perpetúa la evidencia de reyes y personajes ilustres que lo habitaron en diferentes momentos de su historia. Nos llamó la atención el silencio en la calles pese a la afluencia de gente, que si no muy abundante, la recoleta plaza en la que nos encontrábamos hacia más notorio el habla silenciosa de sus paseantes. Tomando un café en una terraza junto a la Catedral nos informaron de la existencia de un bus eléctrico gratuito que recorría la ciudad en diferentes rutas y corta frecuencia, existiendo una parada justo enfrente donde estábamos sentados. Fue pensado y hecho, y de inmediato apareció el pequeño bus que tras un recorrido por zona de jardines nos dejó junto a unos de los dos ríos que se unen en la ciudad ante una bella panorámica de Bayona. Bordeando el río llegamos a la zona del mercado, caminando por sus calles aledañas ya más concurridas, pero con la misma singularidad del silencio de sus gentes. Las agujas de la catedral nos indicaban la ruta, y ya en su proximidad nos sentamos para tomar un vino clarete. Nos llamó la atención un monumento a los caídos por la Patria en diferentes guerras: desde las dos mundiales, así como las libradas en el Norte de África o la más próxima del Golfo Pérsico. Después de tomar unas fotos del lugar, espacioso y de cuidados jardines, nos dirigimos hacía Biarritz como segundo punto de parada.
Aparcamos en un parking subterráneo junto a su extensa playa en la que destacan las instalaciones del Casino y sus regias mansiones. Como en Francia la hora de la comida es más avanzada, nada más llegar elegimos la terraza del Casino frente al mar donde fuimos muy bien atendidos merced a un servicio esmerado que nos dejó satisfechos. Tras un leve paseo, casualmente, dimos con la parada de un tren eléctrico que en ese instante iba a iniciar un recorrido por la ciudad. A él subimos, y en su trayecto, a la par que nos informaban de la historia de la ciudad, igualmente lo hacían de las testas coronadas que había elegido tan bello lugar como estancia estival, con el testimonio de sus palacios y mansiones en uso actualmente en diferentes actividades volcadas especialmente al turismo, del que vive la ciudad. La belleza de su casco urbano, junto a sus playas, satisfizo de forma sobrada nuestra intención de conocer una ciudad cuyo nombre invita a la fantasía.
Y ya por la costa llegamos a San Juan de Luz donde recorrimos sus calles comerciales; vimos su playa, pero no así su puerto que presumo es lo más interesante de la ciudad. Debido a la dificultad de aparcamiento por una parte, y por otra, el aún grato recuerdo de Biarritz, hizo que optáramos por el regreso hacia el Parador de Hondarribia y descansar en su terraza con vista al Bidasoa acompañados por la lectura.
1 comentario:
Que bonita la costa francesa! muchas gracias por toda la información. Dejo aquí un enlace donde aparecen también muchas fotos de Bayona, para los interesados en visitarla: Guía de Bayona
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