La izquierda italiana le está pidiendo Berlusconi que se vaya a su casa, pero él les contesta que no sabe a cuál, porque tiene veinte distintas. ¡Vaya cara!, aunque eso sí, estirada y sin arrugas, sometida a una constante restauración anhelante de una falsa juventud.
Lo mismo sucede en España -término éste hasta hace poco en desuso y que por lo visto la izquierda retoma- que le dicen a Zapatero, incluso desde su propio partido, que se vaya a la suya, a lo que contesta ZP que no, que él no se marcha.
Mas a diferencia del italiano, alega en sus motivos que la nación (¿cual de todas?) le necesita, por lo que prefiere mantenerse a pie del timón de un barco a la deriva cuyas cuadernas él ha destrozado recurriendo en última instancia al socorro de quienes portan una brújula con opuesta dirección.
Y como Berlusconi, lo hace con los habituales remiendos en sus dos legislaturas, con su cara sonriente, sus mofletes hinchados, su cínico talante, su cabeza cacha en ocasiones y su faz de no haber roto un plato en su vida (pese haber destrozado de raíz la concordia nacional) tanto en cuanto ha dejado aparcadas las soflamas incendiarias de sus primeros años de gobierno.
Acuñado el poszapaterismo y cada vez con mayor fuerza en la ceca de la opinión publica, con la guerra interna en sus cuarteles pese a los alardes de una falsa unidad, suena la alarma en los sótanos del socialismo español atentos a la esperada desbandada, tanto en los de Ferraz como en los de Blanquerías, donde Carmen Alborch, en su huida hacia delante, nos da la mejor señal del naufragio que adivina asegurándose el tablón que sin duda tiene a buen recaudo.
1 comentario:
Este ZP es una pena vivaaa que no termina.
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