La manipulación en los medios de comunicación es agobiadora. Incluso superior a la propia de los partidos políticos. Leyes cuestionadas por las empresas mediáticas, criticadas y puestas en entredicho con aviesa mala intención desde otras aristas de la información, se ve a las claras que el fin que persiguen no es otro que el de ser fieles al más ruin de los sectarismos.
Es el caso de Juan Luis Cebrián, presidente de El País, quien en su condición de académico de la RAE, ni más ni menos, no ha tenido el menor empacho en dejar bien a las claras algo así como lo que desde su juventud lleva incrustado en sí mismo: el germen de la intoxicación y al mismo tiempo el de la manipulación en su constante actitud de medrar desde su juventud y desde el interior del franquismo en su propio beneficio. A costa de lo que sea.
Tras denunciar ahora de forma clara una realidad que todos sabemos, a buenas horas mangas verdes, señala que "la pobreza del lenguaje hablado con que se expresan nuestros jóvenes, la ausencia de vocabulario, torpeza de dicción, confusión en la construcción de las frases, abuso de palabras altimalsonantes”(sic), dice él, que se debe a la ausencia en las escuelas de “programas de debate, de enseñanza de la oratoria o de introducción a las artes escénicas y de menosprecio a la retorica”(sic), para añadir finalmente que “la nueva reforma educativa con la que nos ha castigado el partido del gobierno, incide una vez más en su desprecio a las humanidades y a las artes, garantizando el deterioro perdurable del uso de nuestro idioma entre los jóvenes españoles”(sic).
Reforma, que por sus propias alertas, cuanto menos, debería el susodicho de mencionar de su urgente necesidad.
Porqué vamos a ver, si crítica a la actual juventud por sus carencias estudiantiles, ¿a qué ley de la enseñanza hay que imputar su culpabilidad?
A la que pretende implantar el gobierno, o a la que desde 1990, la LOGSE del PSOE, que tanto ha contribuido, entre otros peligros, para adoctrinar a muchos millones de jóvenes en los últimos años, llevándonos a la actual situación de nuestro peligro como nación.
Juan Luis Cebrián, presidente-ejecutivo de El País y académico. Ahí es nada.
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