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08 marzo 2009

GERONA Y SU BARRIO JUDIO

Día 4
En nuestro cuarto día por el Bajo Ampurdán, optamos por conocer Gerona. Con esa idea aceptamos el sabio consejo de que lo hiciéramos de forma cómoda utilizando el servicio de autobuses que nos dejaría próximos al centro histórico, incrustado en su barrio judío que bien valía la pena visitar. Así pues, nos decidimos por el consejo renunciando al coche, y terminada la jornada dimos las gracias en la recepción del Parador por tan conveniente recomendación.

Una vez en la capital y bien orientados, emprendimos la ruta a la Catedral desde la rambla, no sin antes hacer unas fotos desde el Puente de Piedra , que al observar sus casas junto al rio nos vino el recuerdo de Venecia, pero sin góndolas. Puente de Piedra construido en tiempos de Isabel II, según reza en su arco central, con su columna jónica sobre el pretil cercano. Los alrededores de la Plaza de Cataluña, próxima al puente, tienen el encanto de las vistas más emblemáticas de la ciudad, con la Catedral al fondo y la Torre de Sant Feliu.

Nos adentramos en el barrio judío a través de la “calle de la fuerza”, ligeramente empinada y de casas nobles, hoy utilizadas con fines culturales y comerciales, con un recorrido en el que nacen de ella calles estrechas y escalonadas, que como afluentes, bajan de la zona alta de la muralla que circunda la parte vieja de la ciudad.

Si la “calle de la fuerza” recibe su popular nombre por la ascensión a la Plaza de la Catedral, los noventa escalones ante la majestuosidad del templo, es un reto a las piernas ya algo cansadas desde el inicio de su andadura en las aguas del rio Onyar a los pies de la ciudad, junto a la rambla de la Libertad.

En la Catedral de Gerona, actualmente en restauración de su interior, confluyen los estilos románicos, góticos, renacentistas y barrocos que dan esplendor tanto a su enorme fachada, como a sus bóvedas y cristaleras góticas, como a sus dos grandes rosetones acristalados sobre sus múltiples capillas barrocas. En una de sus capillas se puede contemplar el sepulcro de Ramón Berenguer II, el Conde de Barcelona. Digno de observar, es su pequeño claustro románico con multitud de losas funerarias y sarcófagos sobre las paredes, así como un pozo de piedra en el epicentro de tan bello panteón con su toque tan singular.

Comimos en Draps, un restaurante de moderno diseño y cuya originalidad reside en sus platos, abundantes y cuidados, que se ofrecen para compartir. Tomando el café, vimos por la ventana el discurrir tranquilo de un tren turístico, por lo que en ese momento la decisión de acudir a su cita la tomamos en el acto. Con su traqueteo nos volvimos a adentrar más cómodos en el viejo casco, ascendiendo por sus empinadas calles hasta la Catedral, para luego seguir viajando por la zona amurallada, esplendida y bien conservada.

Tras un pequeño paseo por la rambla y la visita a un coqueto café irlandés, llegó la hora de salida del autobús, que tras una hora bajo un cielo cubierto y lluvioso, nos devolvió a Palafrugell, ya próximo el Parador.

La visita a Gerona dejó en un nuestro ánimo la satisfacción de haber conocido una ciudad que bien valía saber de ella, de lo que dimos cuenta en Recepción agradeciéndoles el consejo de renunciar a nuestro coche.

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