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16 noviembre 2010

ÁNGEL LUNA Y SUS MENTIRAS

el que este libre de pecado

Ciertamente existe la mentira piadosa que cuando es cierta, es la propia del hombre bueno, generoso y sin el menor atisbo de mala intención. Está la del mentiroso compulsivo de personalidad enrevesada, y la del que trata de potenciar su propia personalidad salvando los escollos de sus complejos, cuales vallas de carreras a superar.

Todas estas clases de mentiras las ponen en práctica personas dentro de la normalidad ante el gran espectáculo del teatro del mundo que a diario escenificamos.

En un aparte, existe la mentira de la mezquindad, la del ruin enfermizo y la del dañino. La del hijo de la insidia, la del truhán profesional, la del licenciado que camina sobre el alambre que separa lo digno de lo perverso. En definitiva, la propia del que representa a esa parte infame que por desgracia cada vez es más abundante en la sociedad actual y en especial en la clase política, a cuyo recurso, el de la mentira, acuden quienes carentes de propuestas y dignidad personal, utilizan su escaño para escanciar la malignidad que llevan en su interior.

Es el caso de Ángel Luna: el diputado autonómico de pasado cuestionado por su servicio a la corrupción, de la que obtuvo prebendas tanto en especies como en un puesto de trabajo en absoluto mileurista.

Un hombre dispuesto a comprar información en los bajos fondos de las cloacas según sus propias palabras que por lo visto bien conoce.

En la actual legislatura y utilizando el atril de la palabra, se ha servido de él para verter su ignominia en perjuicio de su propio partido, pero en beneficio de su ruindad cual vertedero necesitado de expulsar sus inmundicias en la antesala del barbecho al que está abocado.

Ángel Luna es la mentira personificada cuya rúbrica surgió de su propia mano. En su meditada metáfora, su propio subconsciente le traicionó, y en su reto bíblico escenificó la más grande de sus mentiras para escarnio del Parlamento y menosprecio de su dignidad en la que ya nadie cree.

! Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra!

Que yo sepa nadie se ha atrevido a ello, poniendo en juego su dignidad. Sólo quien carece de ella y ajeno a cualquier talla moral es capaz de mentir sobre el atril parlamentario al peor estilo del farsante embaucador.

Cogió la piedra y la lanzó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Le salió el tiro por la culata.
Iván