Eran mediados los setenta cuando los españoles entramos en un “periodo constituyente” que culminó con una Constitución de consenso que, refrendada en las urnas, satisfizo a la mayoría, a pesar del peligro que encerraba al anidar el germen de la discordia al abrigo de su articulado. Alojado en su interior y en estado latente, dispuesto al uso cuando la ocasión lo fuera propicia para quienes atentos a vientos favorables impulsados por algún que otro tunante, esperaban servirse de él. Del germen de unas “comunidades históricas” en base a unos argumentos de falsaria legalidad.
Durante veintiséis años la alternancia en el poder se produjo dentro de la normalidad, como consecuencia del debate político en mayor o menor grado, y que, salvo un exabrupto cuartelero eficazmente superado por la Corona, hizo que transcurriera el periodo dentro de los cauces parlamentarios y sólo a través de ellos.
Sin embargo, la llegada de Zapatero en el 2004 ha significado la presencia de un nuevo “talante” en la vida española que a nadie ha sorprendido, toda vez que fue él mismo, exultante, quien lo anunció y en el que muchos creyeron con buen fin, satisfechos al no recoger en el diccionario de la Real Academia Española tal nueva acepción que con el tiempo hemos conocido. Talante Zapatero: dícese del basado en resabios robesperianos desde el engaño y la mentira. Ej.: el diseñado por Rubalcaba e impulsado por ZP.
De sus lacayos incrustados en la policía judicial rezumó la verdad de sus intenciones y en el panfletario El País, día a día, hora a hora, brotaban como setas de borde encina la urdimbre de una supuesta corrupción cuyas raíces, de forma intencionada, fijó con descaro en el ámbito de la Generalitat Valenciana. Al mismo tiempo, ocultaban a la opinión pública la “Operación Pretoria” que, prestos, y cuando estalló en las propias manos del socialismo español, silenciaron con cal viva. Tras más de un año de diligencias judiciales en paralelo al “Caso Gurtel”, nunca jamás El País se ocupó de que saliera a pública luz.
Lo poco que quedaba de Montesquieu en la política española se difuminó en un fin de semana en una bochornosa cacería por tierras de Jaén a la que acudieron serviles los “tres poderes”. Todos a una, como Fuente Ovejuna, entonados por la batuta de Zapatero en perfecta sincronización iniciaran una campaña difamatoria engrasada de mentiras. Al servicio de la manipulación, tanto la SER como el Grupo Prisa y El País, su principal ariete, se ofrecieron dispuestos a las siniestras intenciones de Rubalcaba, quien con su banderín en mano “sopló” el pitido de salida.
La vida política, en especial la valenciana, se ha trasladado a la vía judicial de la mano de unos representantes de medio pelo que han optado por la manipulación ciudadana y la mentira como único camino para alcanzar el poder en su manifiesta incapacidad de ofrecer otro. De sus barros les llegarán los lodos.
Cuando recientemente y en voz propia se han confirmado los propósitos de la “X”, ya desde hace tiempo sabemos de lo que es capaz la “Z”. En definitiva, la esencia del socialismo español, blanco por fuera pero de cieno por dentro, al tiempo que Zapatero nos anuncia, tras tres años de crisis, que va a reunirse con los veinticinco empresarios españoles más importantes. Seguramente, dedicado a sus corruptelas políticas, no había pensado en ello.
Mientras tanto, Patxi López, el lendakari, denuncia que “el PNV se vende al mejor postor con tal de acabar conmigo. Pero no va a tener mi cabeza”
¿Está claro quien es el comprador? Lo que les decía, cieno por dentro.
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