Hace exactamente cuatro días que la cesada Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, ha sido nombrada miembro del Consejo del Estado; y es en este momento cuando me surge la duda de si lo más correcto sería mencionarla como miembra. Quizá, con los cambios en las tildes y otras variantes que nos anuncia la Real Academia Española se despeje la incógnita. Institución ésta, que por lo visto, sigue los pasos del Gobierno con su firme decisión de solucionar la problemática existente en nuestra piel de toro sobre el orden de los apellidos ante un conflicto familiar que nos atormenta a todos, y que por lo visto ocupa un lugar prioritario en la agenda de Zapatero. Más nos parece cosa de broma esto del orden alfabético como solución al conflicto, más bien, un chiste malo cuyo golpe de gracia es la constatación del afecto que tiene al pueblo que él dice gobernar, preocupado aquel por otros asuntos de mayor enjundia.
María Teresa Fernández de la Vega, cabeza de lista por la circunscripción electoral de Valencia, nos ha dejado huérfanos de su laboriosa dedicación ejercida desde el mismo día que se empadronó en Beneixida, y tras su marcha del Gobierno, nos dice que para ella ha sido un honor el habernos representado en estos últimos años y que está muy orgullosa de su trabajo.
¡Ah el honor! ¿De qué honor nos habla?
Si en la mili se nos decía a quien jamás había pegado un tiro que el valor se le supone, habrá que aplicar el mismo criterio a su mencionado honor, y esto como mucho, pues visto lo visto, desde que salió elegida en representación de los valencianos, su dedicación a la Comunidad se ha limitado a la venta de humo. Humo, por supuesto, abastecido con su presencia en el balcón consistorial en la hora de la “mascletá fallera”.
Ahora, y en su nueva faceta como miembro del Consejo de Estado, esa institución que desde la época de los Reyes Católicos se mantiene en el tiempo, tendrá una nueva ocasión para demostrar el mismo honor que ha mantenido por lo valencianos, pero con seguridad con más tiempo libre.
En tiempos de paro y de obligada austeridad, convendrán conmigo que el chollo alcanzado por la ex Vicepresidenta sólo le representará un quebranto: la innecesaria obligación del modelito diario, toda vez, que presumo, como Consejera de Estado sucederá al igual que las tildes, que si antes eran de obligada presencia, ahora con una vez cada quince días, cumplirá con un muy buen jornal.
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