Estaba sentado ante mi pantalla del ordenador cuando una mosca fijó sus patas sobre la mesa cerca del teclado. De haber optado por otro sitio más lejano, con seguridad no me hubiese dado cuenta de su presencia.
Me sorprendió, porque hacía mucho tiempo que no había visto una mosca en el interior de mi casa y me plantee la cuestión del por qué de su aparición precisamente en estas fechas navideñas, por lo natural gélidas, cuando lo normal es que aparezcan en los meses cálidos.
Sólo por el significado de este día la acepté complacido, sin caer en un principio en el alcance de su interior: su poder destructivo capaz de transformar a una comunidad reconciliada en una sociedad entregada y al alcance de cualquier virus aniquilador. Nada que ver con la frágil hormiguita que conservando todo lo bueno que ha llegado a su poder, es capaz en su laboriosidad de fortalecer aún más su patrimonio por débil que éste sea.
Mi ocupación en ese momento era la de retocar una foto en blanco y negro para eliminar unas pequeñas manchas en su parte superior. En su cielo acerado aparecían lo que pudieran ser como unas “cagaditas de moscas”, lo que me hizo imaginar, sin ningún sentido ni interrelación, la existencia de cierta correspondencia entre la visita inesperada, por otra parte inquieta, toda vez que no cesaba de dar ligeros rodeos sobre sí misma, como si buscara algo que destruir.
Salvo que vuela, y que me resulta molesta cuando se detiene en mi rostro, que no es el caso, no sé nada de sus aficiones; aunque presumo que para ella el significado de la Navidad carece de sentido obligada por su laicidad. Lo digo porque estamos en estas fechas, no por otra razón. Sentidos, como el del olfato, lo tiene, pero dudo de sus nobles sentimientos. El más agudo lo reserva para los fines más dañinos. Su única fortaleza es la de volar y volar de gratis, a lo que se dedica con la intención de aprovecharse de quien permanezca confiado. Igual sea de la melosidad de un grano de azúcar, que gozando al introducir su virus devastador en la cabeza de quien aparezca en su vuelo.
Pero de inmediato supe de ella, toda vez que sus gestos e intenciones llevaron a mi mente la peligrosidad escondida de quien desde la fragilidad de su incompetencia, sólo es capaz, sin levantar el vuelo, de rotar y rotar como si fuera un perro girando sobre si mismo en busca de su rabo (pero sin la lealtad de éste), a la espera de aniquilar lo que esté a su alcance, tan pronto tenga ocasión de ello.
Me hubiese gustado preguntarle qué la motiva para transmitir epidemias causando un gran deterioro social; por qué lo hace y qué mal le han hecho quienes ignorando el peligro de su presencia, la aceptan ufanos a pesar del gran daño que hace a la sociedad.
Pero mejor no hacerlo, para qué. Si no me va a contestar. Si al menos todo el daño que produce fueran “cagaditas de moscas”, estaríamos tan aliviados como seguros. Lástima no tener un matamoscas a mano, que para eso están.
Mejor hubiera sido todo producto de sueño, dormido ante el ordenador sobre el respaldo de mi sillón.
Ojalá así hubiese sido
1 comentario:
Feliz Año Nuevo! Que sea prospero y sobre todo super feliz !
Saludos!
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