Hoy nos han llevado a visitar el Palacio de Dalmabahce situado en la orilla europea del Bósforo. Es un bellísimo palacio imperial, residencia de varios sultanes. En él falleció Ataturk, el instaurador de la actual Republica de Turquía que en 1923 destronó a los sultanes y creó un estado laico. Dicen que todos los relojes del palacio marcan la hora de su fallecimiento pero sólo sucede esto en el de su lujosa habitación, donde murió el 10 de Noviembre de 1938 a las 9,05 horas. Todos los años, en toda Turquía, recuerdan su fallecimiento en el mismo día y a la misma hora de su muerte guardando un minuto de silencio en su memoria.
A diferencia del Palacio de Topkapi de tendencia occidental, Dalmabahce es típicamente oriental. En la visita a los dos palacios me llamó la atención la gran vigilancia que existe, pero en Dalmabahce, el celo y las normas son muy superiores. Unos bellos jardines adornan su entrada y mientras esperábamos el turno que nos correspondía, contemplamos el cambio de guardia en la puerta principal del Palacio. Cada cincuenta minutos se produce la marcial ceremonia y terminado el cambio, sobre una pequeña tarima, queda en posición de firmes con su fusil, un soldado a quien se le somete a un puntilloso repaso para que se quede justo en el sitio y en la forma que las normas les exigen. Otro soldado lo observaba cuidando todos los detalles: su barboquejo, su correaje, toda su indumentaria, su fusil y milimétricamente situó al guardián en el sitio exacto donde debían descansar sus botas durante los cincuenta minutos siguientes y sin mover ninguna parte de su cuerpo. Pensé que era una escuela de mimos con gran porvenir.
En las visitas todos los grupos tienen un horario fijado. En la entrada, además de su precio, cobran seis liras turcas a quien desea pasar su maquina fotográfica, por supuesto sin flash. Durante la visita no pudimos abandonar la alfombra que va indicando todo el recorrido. De ello se encargaba un vigilante que nos seguía con gran atención y estaba al tanto de cualquier descuido. También nos obligaron a enfundarnos los zapatos con un plástico que nos ofrecieron en la entrada.
Como dato importante, en la construcción del Palacio, para su vestimenta y decoración interior se utilizaron catorce toneladas de oro y tuvieron que recurrir, por primera vez en Turquía, a un crédito exterior para acometer las obras. Asombra el mobiliario, los regalos de otros Jefes de Estado, los cortinajes, las alfombras, sus cuadros y sobre todo sus lámparas embellecidas con oro y piedras preciosas. El sesenta por ciento de todos los elementos que visten su interior son auténticos, el resto reproducciones de gran valor. El Palacio tiene dos partes, una que utilizaban los hombres y que es la que se muestra al público visitante y otra de las mujeres que permanece cerrada. Imagino que como en su época de gran esplendor. El Palacio de Dalmabhace es una visita obligada para el turista de Estambul y la hora asignada de visita me supo a poco. Salimos por una puerta al Bósforo donde hicimos unas fotos y recorriendo los jardines llegamos a la puerta principal donde nos esperaba el bus.
Estambul en su parte histórica tiene los restos de las murallas de Teodosio del siglo V. Fuimos a ver una pequeña iglesia cristiana y para llegar a su emplazamiento, el bus salió de las murallas y bordeándolas fuimos conociéndolas. Aún no habíamos visitado aquella zona y las veíamos por primera vez. Gran parte de ellas están abandonadas y sólo en los tramos de las antiguas puertas de Estambul presentan un mejor estado. Volvimos a cruzarlas para llegar a la Kariye Capii, conocida como la Iglesia de San Salvador de Cora, cerca de la cima de la sexta colina. Sus frescos y mosaicos son, con mucha diferencia, las obras pictóricas bizantinas más importantes del mundo tanto por su belleza como por su número. En sus bóvedas están los mosaicos representando la vida de la Virgen María y de su hijo Jesucristo y su estado de conservación es magnífico. Fue construida a finales del siglo XI y cinco siglos después, con el Sultán Bayaceto II convertida en Mezquita. Los mosaicos bizantinos fueron cubiertos por yeso y posteriormente en 1848 fueron restaurados mostrando en la actualidad toda su belleza. Representan los episodios del Nuevo Testamento ilustrando los momentos más importantes de María, de José y de Jesús. La Anunciación, la Virgen embarazada, el momento en que José se enteró del embarazo de María, el nacimiento en Belén de Jesús, la visita de los Reyes Magos, la huida de la Santa Familia a Egipto, los milagros de Jesús y la muerte de María rodeada de los apóstoles son todos ellos mosaicos de una gran belleza al igual que el fresco del Juicio Final y otras alusiones evangélicas. La Iglesia, pequeña, es una auténtica joya. La interpretación del Nuevo Testamento que allí vimos me resultó desconocida. En un mosaico vimos a los cuatro hijos de José fruto de su primer matrimonio. Viendo cosas uno llega a la conclusión de lo mucho que nos queda por aprender.
Llegó la hora de la comida y fuimos a un restaurante típico donde probé unas brochetas de pollo estupendas. De entrante los típicos platitos turcos, algunos picantes y otros no tanto. De postre arroz con leche pero preparado de forma diferente, como una masa muy consistente. Estaba delicioso.
El restaurante estaba junto a las cisternas de Estambul y allí nos llevaron. Están situadas en el centro de la antigua Constantinopla y el aljibe es conocido como la Stoa Basílica porque su construcción a base de columnas de mármol y de bóvedas así lo parece. Se construyó en la época de Constantino el Grande y tras ser destruido por un incendio, fue reconstruido por Justiniano en el año 532. Allí se recibía el agua para suministrar a la ciudad que venía del bosque de Belgrado. En la actualidad es una visita de mucho interés turístico y que resulta muy atractiva. Es una cisterna subterránea y en algunas de sus columnas vimos grabadas en su base unas medusas como alusiones a la mitología griega. En la actualidad celebran conciertos aprovechando la calidad de sonido que allí se produce. El guía era musulmán y cuando le dije que en Valencia también teníamos unos aljibes para el mismo fin y que en la actualidad son el Museo Histórico de la Ciudad, me preguntó qué es un aljibe. Esto me sorprendió pues es una palabra árabe. Él la desconocía, pero cuando se dio cuenta que efectivamente así era, la memorizó.
Como era costumbre nos dejaron en el Gran Bazar, hicimos algunas compras y regresamos al Hotel para descansar un rato, esperar la cena y tomar un té en la cafetería del Hotel junto a una fuente donde el sonido del agua nos producía un agradable relajo.
Octubre 2006-10-06
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