Si das una vueltecita por mi Blog, espero sea de tu agrado.

03 marzo 2009

RÚBRICAS DE IDENTIDAD

Cuando Joaquín Sorolla descansaba su inquietud, sentado sobre el catre anclado en su playa de la Malvarrosa, sólo era la luz irradiada en lontananza lo que excitaba su ánimo.

Sus ojos, ventanales abiertos, daban vía libre a la exigencia de su corazón, pues no era su mirada la que gozaba entonces en el deleite ante él ofrecido. De sus manos, sus dedos, no eran más que la prolongación última de un sentimiento en él anidado.

Ellos, proyectados a lo largo de un modesto pincel restregado sobre el multicolor de su paleta, exploraban y descubrían en un revoltijo de colores los matices claros y llenos de luz que veía desde su interior; eran entonces sus dedos los encargados de trasladar al lienzo todo el brillo de su alma, dejando para la posteridad los más bellos testimonios. Vislumbres estos, que no nacían de la milenaria luz de su mediterráneo, sino de la sensibilidad innata que le albergaba desde el día que nació.

Sin embargo, en los antípodas de Sorolla y en lo más hondo de la degradación humana, la oscuridad y el esbozo de la cobardía del salvaje de turno, da ocasión a que el vandalismo y la bazofia, nacidos en las entrañas de la ruindad se manifiesten a diario por la ciudad. Para ello, le basta con un espray proyectado desde los tentáculos de su demencia, ajeno a una paleta dónde explorar el vaho de su pestilencia; porque lo que sale del interior al bárbaro, es la huella de la bestia a la busca de un lugar donde dejar su rúbrica, a la que orgulloso de su obra se dedica insaciable.

Nada de luz, ni de brillos, ni de claridad de ideas. Los destellos de Sorolla hieren a sus ojos, y el vándalo, en la negrura de la noche, se encuentra consigo mismo en el catre de su tumba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acertadisimo lo de "antipodas" porque más opuesto no se puede encontrar con esta gentuza ensucia-paredes, cuya obra, que digo obra, cuya mierda me revuelve las tripas cada vez la observo.
Un abrazo
Iván