Decidido seguidor de la obra literaria de Arturo Pérez-Reverte, presto mucha atención a sus artículos domingueros en XLSemanal, siempre didácticos a la par que contrastados; sin desdeñar en ellos los hallazgos de amenas historias, así como el de un intenso anecdotario con recuerdos a viejos amigos del más diverso pelaje que, siempre humanos, se refleja en ellos desde el espíritu más noble al más deleznable, como fiel semblanza de nuestro devenir histórico, a cuyo conocimiento e investigación se dedica de forma encomiable el escritor cartagenero. Lo que le ha servido para el mejor conocimiento de la capacidad a que puede llegar el pueblo español, capaz de alternar heroicas hazañas en nombre de España, con las más execrables. Acciones éstas últimas, fruto de su ignorancia tanto en cuento son victimas de una manipulación perversa, correspondencia entonces que nos hace entender una y otra actitud. Y consecuencia a la postre, al sufrir en los últimos tiempos de “La Nueva Tiranía” denunciada en el excelente libro de Juan Manuel de Prada, a la sazón vecino de página en XLSemanal del ilustre D. Arturo, miembro éste de la Real Academia Española por obra de sus innegables meritos contraídos.
En ocasiones, Pérez-Reverte, dedica alguna de sus columnas para la recomendación a su lectura de aquellos libros que en su opinión no conviene desdeñar, bien por su amena lectura, bien por su riqueza literaria o bien por su contribución a la mejor comprensión de nuestro pasado y como eficaz ayuda para entender el presente.
En su Patente de Corso de este fin de semana y en “La película maldita”, nos habla y recomienda la visión de una versión española que estrenada en 1942, fue retirada a las pocas semanas de su estreno por la censura franquista, pero que recientemente, hace unos quince años, fue localizada una cinta hoy en posesión de la Filmoteca Española.
Se trata de la película “Rojo y Negro” de Carlos Arévalo, de cuya existencia lógicamente yo desconocía. Interesado en ella y gracias al Emule y por Internet, he conseguido su visión ambientada en el Madrid republicano de la guerra civil española.
No es mi intención hacer comentario alguno sobre la película, pues ahí está la afortunada crítica de Pérez-Reverte y el juicio que le merece su realización. Comentario que desde la libertad que atesora para sus juicios, su mayor ponderación reside en el vaticinio de que serán “los espectadores formados quienes disfruten de su visión”.
A mí lo único que se me ocurre es aprovechar la ocasión para dirigirme a la Academia del Cine Español, avezada en películas incidentes en este tema desde la transición democrática, y pedirles que acudan a la Filmoteca Española para que una vez vista la cinta, ver si encuentran en ella motivos suficientes para un nuevo guión basado en algunos de los aspectos que “Rojo y Negro” ofrece. Aspectos ignorados en la extensa filmografía de la Academia del Cine Español, y que como dice Pérez-Reverte, la película “nos sumerge en la noche oscura de la Guerra Civil, más que ninguna de las muchas películas realizadas sobre aquella tragedia en los últimos treinta y cinco años.
¡Qué buena ocasión para la “recuperación de la memoria histórica” tan en boga, si en realidad es de lo que se pretende!.
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