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08 noviembre 2012

EL COMPROMISO DE CASPE

el compromiso de caspe
En el año que termina se ha cumplido el 6º Centenario del Compromiso de Caspe, cuyas democráticas bases nacieron de la “Concordia de Alcañiz”, pactadas unos meses antes.
 
Solución que daba fin a un interregno de dos años en un Reino sin Corona por la ausencia de heredero.

De aquella legitimad, los notarios de la historia durante los últimos seiscientos años han sido fieles reproductores de un hecho histórico que debiera tenerse como ejemplo ante cualquier dilema político que surja en la actualidad.

Sin embargo, y en los últimos años, los manipuladores de la historia, los falsarios de archivos y bibliotecas que solucionan sus deseos más de sus insidias que desde la luz que emanan las páginas de la historia, arremeten contra ella en base a una sentencia que no les satisface. Y no sólo tratan de su desprecio, sino incluso de poner en duda su valor.
 
Después de Calpe y en su devenir histórico, Castilla y Aragón unieron sus reinos sin imposición alguna y en mutuo beneficio con el claro objetivo de una España peninsular, como ya existiera desde la antigüedad, dentro de la Cristiandad que imperaba en todo el Continente bautizado años después como Europa, de acuerdo con las tesis erasmistas.
 
Transcurrió un Siglo de Oro de la Lengua Castellana que había bebido de las aguas del también Siglo de Oro de la Lengua Valenciana, (ambos movimientos únicos en Europa); se produjo la Revolución francesa más tarde. Hemos sabido de dos guerras mundiales del pasado siglo con la irrupción de regímenes totalitarios no finiquitados, porque aún existen. Por desgracia silenciados y justificados por los sectarios de siempre, los nacidos en “Progrelandia” donde se nacionalizan quienes a base de ardides, falsean e inventan historias, cuentos y leyendas, que como siempre, siguen vigentes.

Saben muy bien de quienes les hablo.
 
Y corresponden precisamente a aquellos que arrecian contra aquel Compromiso de Caspe que debiera darse como ejemplo en cualquier Universidad “decente”, que en reciente caso no ha sido “docente” tal y como se ha demostrado en la nuestra de la Nao.

Indicativo, el de Caspe, que debiera utilizarse ante cualquier problema de índole político que suscite la actualidad.

Fernando I de la Casa de Trastámara fue nombrado Rey de Aragón de acuerdo con los acuerdos de Alcañiz; y quienes no aceptaron su resultado, los partidarios del Conde Urgel, fueron quienes contra el Compromiso acometieron utilizando la fuerza de las armas, impulsando a una guerra que tras pequeñas escaramuzas se disolvió como la espuma, siendo apresado y encarcelado como legalmente correspondía el depravado instigador.

Seis siglos después, el nacionalismo catalán arremete contra la democrática solución de Caspe con toda clase de falsos argumentos, con tambores y trompetas cuyos chirridos intentan que penetren en la débiles mentes de sus seguidores, a quienes, sin embargo, silencian y ocultan que el pretendiente que deseaban y que debiera haber salido de lar urnas, el tan bestia como inculto Conde de Urgel, no obtuvo ni uno sólo voto de los compromisarios de Aragón, de Valencia y de Cataluña. Ni uno solo. Por algo sería, sin duda alguna.

Mientras que quienes se deciden en el actual siglo XXI, nada más y nada menos que seiscientos años después, como firmes partidarios de aquel tan irracional personaje, son precisamente quienes presumen ahora y claman por la democracia, por la necesidad de los acuerdos, de las concordias y de los compromisos. Su objetivo, el recurso a la democracia con falsos argumentos. Más proclives a su desprecio y hasta a sus votantes.
 
El Compromiso de Caspe y su desenlace, nos llega a nuestros días más nítido y necesario que nunca.

Y no para conocer de su historia, sino para desenmascarar a esa pléyade de mamarrachos, falsos y mezquinos, escondidos tras una máscara democrática, pero siempre dispuestos al griterío, al pasamontañas, como también a actuar a cara descubierto pero con las entrañas del fariseo que esconde su identidad sectaria salpimentada de rencor.
Una muy buena prueba para conocer con quién y con quienes hablamos, cual es su verdadera identidad y lo que dentro de ellos se esconde.
Sin temor al fallo.

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