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10 enero 2013

EL MINISTRO DE DEFENSA

EL MINISTRO DE DEFENSA

No hay peor mentira que la de expresar que son otros quienes mienten con el único fin de echar humo sobre las propias mentiras surgidas de los propios labios de quienes acusan a otros de mentir con usual frecuencia. No se si me explico, pero Vds. me entienden. Otra cosa es que no me quieran entender, pero sé que me entienden.

Desde hace meses estamos leyendo y escuchando de los labios de sectores nacionalistas de mayor o menor cuño –cuya distancia entre ambos se corresponde con la de la oruga que igual que se estira se encoge- de que por muy decidido que esté el Ejército y la Guardia Civil en impedir anhelos separatistas jamás conseguirán su empeño.

Frases semejantes y en el mismo sentido las han expresados desde las más altas estancias autonomistas al más ignaro chiquilicuatre. Y no de forma metafórica, que también, sino con meridiana claridad y sin ningún tipo de reparo, incluso aludiendo el paso de aviones sobre la región catalana como un presunto entrenamiento de futuros bombardeos para cuando les venga en gana.

¿Seny catalán? Nada de esto. Más bien fruto de la desvergüenza descerebrada con brotes de mala intención de quienes de tal manera se definen a sí mismos.

Actitudes como estas las defienden en aras a la libertad de expresión, cuando en realidad es una forma de escupir cieno a sabiendas de haberlos quienes disfrutan escuchándolas en el lodazal que se les ofrece.

Sin embargo, cuando el Ministro del Ejercito pide a sus mandos que hagan oídos sordos a tanta miseria humana, los inquisidores de las masas y desde su más rancio fascismo, lanzan sus dardos envenenados contra quien cumple con su deber constitucional.

Dardos envenenados que nos hablan de la miseria humana existente en un sector de la clase política sobre quienes los Tribunales debieran actuar en defensa de la ciudadanía española que no se merece el trato que recibe desde sus propios poderes autonómicos, dispuestos estos a la confrontación entre sus propios vecinos.

Intento lamentable, mezquino, descerebrado y con tintes del más puro fascismo al estilo de aquellas viejas denuncias por las amenazas que surgían "del exterior", que, por cierto, creíamos enterradas y en el olvido.

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