EL PARLAMENTO AUTONÓMICO DE CATALUÑA

¿Se imaginan?

 

Situémonos ante un patio de cualquier edificio urbano donde en junta extraordinaria, eso sí, debidamente convocada, un déspota plantea la firme decisión de apropiarse de una zona común, que es de todos, en base a unos supuestos cuya única autenticidad es producto de una palabrería imaginaria forjada con el cincel de la estulticia y dirigida hacia quienes ignoran cómo y de qué forma fue reafirmándose el lugar donde habitan.

¿Se lo imaginan?

 

Se dirán si más parece un sainete que a tono de chufla puede producir cierto divertimiento y que por su inverosimilitud, es más bien producto de un sueño enfermizo tentado por el diablo.

 

Pues no; dos siglos de Constitucionalismo Español con más de una docena de Cartas Magnas de un signo u otro -en las que también han existido las de consenso- en las que la soberanía de la nación siempre ceñida a España entera fue aceptada por todas sus regiones, que en la actualidad y con una argucia propia del hampa más estrafalaria, alimentada por un vocerío cegato y servil, trata de apropiarse de una soberanía nacional que es de todos, dentro de un Marco Constitucional que ha servido para que quienes más se han beneficiado en los últimos cuarenta años, se presenten ahora como victimas, dicen que expoliados y aseguran que al borde del abismo.

 

¿Se imaginan mayor desvergüenza?

 

Pues ni es la propia de un tunante organizador de una junta de vecinos, ni la de un sainete de mal gusto.

 

Sencillamente la producida en un parlamente autonómico, el de Cataluña, para su vergüenza y escarnio, en el que la ausencia de todo decoro ha alcanzado el suficiente respaldo al socaire de una corrupción económica, sin duda alguna la de mayor alcance y calado en nuestra piel de toro, a la sazón para su olvido.